La Inquisición puso las obras de Montano en el Índice de de Libros Prohibidos el año 1612, una vez muerto el escriturista extremeño (que siempre viviera al límite) y su casi omnipotente valedor, Felipe II. La condena de los libros montanianos no era absoluta. Incluía la cláusula “donec corrigantur” (“ hasta que fueran corregidos”). Muchas veces, bastaba con eliminar los párrafos señalados como peligrosos u ofensivos por los Inquisidores. Un pendolista tachaba con tinta negro los renglones en cuestión y la obra censurada podía circular libremente. En ocasiones, autores, libreros o bibliotecarios hábiles y atrevidos conseguían sustraer algunos volúmenes al celo inquisitorial y el texto quedaba virgen. Hace algún tiempo, encontramos dos ejemplares de la misma obra de Montano, el Liber Generationis et Regenerationis Adam, uno con tachaduras , el otro tan limpio como saliese de las prensas de Plantino. Eso nos permitió recomponer el original e intuir por qué se había producido la condena inquisitorial. De ello dimos cuenta en un artículo publicado por la Revista de Estudios Extremeños (1994, I, tomo L).
Sin duda, una de las razones estribaba en la interpretación que de la fe, virtud teologal por excelencia, proponía Montano, sospechosamente más próximas a las tesis luteranas que a las católicas , al menos tal como entonces parecían entenderlas las dos partes en conflicto. Unida a otros puntos clave, como los del libre albedrío, la predestinación , la salvación o el valor de las buenas obras, fue constituyéndose – más aún después de Trento – en un escollo insalvable para los espíritus ecuménicos (y Montano lo era), que se esforzaban en impedir el desgarro definitivo de las Iglesias cristianas. Al parecer de los teólogos actuales, fue más bien una polémica lingüísticamente mal conducida por una y otra parte, a causa de tantos “ruidos” como entonces turbaron la serena comunicación entre creyentes que a la postre venían a decir cosas similares.
El de Fregenal había abordado el tema de la fe en uno de sus trabajos más populares, el Dictatum Christianum. Aunque en esta especie de “catecismo” no esconde ideas próximas a Erasmo, en la enseñanza de la relación entre fe y obras buenas se mostraba claramente ortodoxo. No ocurría así en otro librito que tal vez compuso por las mismas fechas y que prefirió dejar inédito. Aquí su innegable proximidad a Lutero le hubiese creado problemas con la Inquisición y él ya había tenido bastante con el temible Tribunal. Tal vez por eso decidió no darlo a imprenta.
Compuesto en latín, el Tractatus de Fide, quae revelanda erat (Tratado sobre la fe que había de revelarse) se conserva manuscrito en la Real Biblioteca de El Escorial y acaba de ver la luz, con la correspondiente versión castellana. Corre ésta a cargo de Fernando Navarro Antolín, que fuese Premio Nacional de Traducción por la que hizo de otra obra de Montano, el Liber Ioseph, sive de arcano sermone. Las dos , como otras muchas, están publicadas en la “Biblioteca Montaniana”, formidable empresa que dirige el extremeño Luis Gómez Canseco, catedrático en la Universidad onubense, donde están decididos a reeditar debidamente, sgún los criterios filológicos más rigurosos, toda la producción de Arias Montano. El Tractatus lleva un estudio introductorio de José Luis Sánchez Lora, que lo contextualiza y desentraña, proponiendo explicaciones acaso distintas a las de la hermenéutica tradicional.
En el mismo tomo se incluye, bilingüe, otra obrita del autor y largo título : Adán, o de la lengua, intérprete del pensamiento humano, y de los rudimentos comunes a todas las lenguas. De ella hay un manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid y apareció ya en la publicación colectiva Benito Arias Montano y los humanistas de su tiempo (Mérida, ERE, 2006). Se reproduce ahora, revisado y actualizado el texto, con el pertinente estudio que suscriben Fernando Navarro y Luis Gómez Canseco.
Benito Arias Montano, Tratado sobre la fe que había de revelarse y Adán, o de la lengua. Huelva, Universidad, 2009