Nacido en Hervás (1957), Marciano Martín Manuel se identifica tanto con su pueblo, que decidió adoptar el topónimo como primer apellido. A ese hermoso rincón del antiguo ducado de Béjar, agregadopor Tomás de Burgos (1833) a Extremadura, dedica buena parte de sus investigaciones, aunque sin descuidar los pueblos del entorno. Y casi siempre centrándose en cuestiones relacionadas con las comunidades judías que los habitaron. Obras suyas son, entre otra, Los judíos de Hervás (1997), Los judíos de Candelario (1998), Historia de los judíos de Plasencia y su tierra(2001) y Abraham Zacuto, astrólogo de don Juan de Zúñiga (2009). Colaborador asiduo de publicaciones periódicas como Sefarad o la Revista de dialectología y tradiciones populares, no sorprende que Marciano de Hervás eligiese para su discurso de ingreso en el Centro de Estudios Bejaranos el polémico tema “Invención de la tradición judía”, contestado admirativamente por José Muñoz Domínguez.
Si algo subleva a nuestro estudioso, exigente contumaz de pruebas documentales (tras algunas frivolidades juveniles) no son tanto los errores, subsanables al fin, sino las mistificaciones interesadas, que tanto abundan en las historias locales. Cuando algo vende bien, como ocurre con cuanto dice relación a la presencia de los hijos de Israel en la Península, la fantasía, la leyenda y hasta la pura invención hacen el agosto. Se fabulan o imaginan, en cadenas que van citándose una y otra vez sin espíritu crítico alguno, leyendas fantásticas, arquitecturas sospechosas, números imposibles, canciones populares, escuelas talmúdicas irreales, cuentos, dictados, refranes, adagios y tópicos de más que dudosa verosimilitud.
“En Hervás, judíos los más”. ¿Quién no escuchó ese dicho, a cuyo empuje fue formándose una opinión pública incontestada, ampliamente extendida ? Superados los viejos temores y las fobias antisemitas, los propios vecinos del lugar, e incluso el poder civil, la alentaron. Fácil resultó nutrirla con falsificaciones novelescas, a las que algún escritor de renombre llegaría a dar crédito. Barrios supuestamente judíos, familias de dudoso origen hebreo, sinagogas y rabinos imaginarios, topónimos y patronímicos al margen de la etimología científica, historias locales fabuladas, el gueto que nunca existió… pasan a sustentar el subconsciente colectivo y echan raíces que no resulta fácil conmover.
El autor se siente incómodo ante “el proceso de falsificación de la historia judía de Hervás, con el viacrucis de sus leyendas apócrifas, sus novelerías y teatralidades” (pág. 11), esforzándose por reconstruir la veracidad de lo sucedido. Tras largas investigaciones por archivos múltiples, está en condiciones de eliminar no pocos lugares comunes y establecer algunos datos incontestables :
-La aljama judía de Hervás, aldea de Béjar, rondaba en torno al séptimo de la población (bastante menos que en otras villas extremeñas).
-No existe una “arquitectura judía” : la dominante allí se corresponde con la arquitectura popular entramada, típica de la zona (adobes, maderas y tejas rojas para proteger el hostigo).
-Aunque no hubo una segregación radical, las familias de origen judo estaban más bien en el barrio de Arriba (no en el de Abajo).
– A raíz del decreto de expulsión, con conversiones más o menos sinceras de quienes optan por quedarse o consiguen volver, los “cristianos viejos” (preferentemente labradores) y “cristianos nuevos” (mayoritariamente mercaderes y artesanos, bastante más ricos) se enfrentan por detentar las responsabilidades públicas , rompiendo el “estatuto de sangre”. Para obtener el triunfo, utilizan cuantas armas, legales o ilegales, pueden allegar.
– Las cofradías y hermandades religiosas sirven muchas veces de plataforma, según quién las controle, de los enfrentamientos étnicos (con indudable trasfondo económico).
-La historicidad del “Libro Verde”, una relación de familias judeoconversas elaborada (siglo XVII) con ayuda cómplices de sacerdotes y mercaderes de dicha etnia.
– Durante siglos, en Hervás pervivieron antiguas costumbres del mundo judío, acaso disfrazadas : sacrificios anuales de ganado vacuno, expresiones xenófobas (“perro de Alba”), costumbres gastronómicas (rechazo de las partes impuras del animal), endogamias matrimoniales, fiestas fuertemente connotadas por otras de tradición israelí (como las de shavuot, pésaj ), devociones (San Gervasio y San Protasio), el pesaje de los recién nacidos, ‘la boda de la virgen’, los siete días de luto (shivá), las limosnas asistenciales (tzedaká).
En resumen, quizá no es preciso inventarse nada, sino estudiar escrupulosamente la historia.
EL LIBRO:
Título: ‘La invención de la tradición judía’
Autor: Marciano de Hervás
Editorial: Béjar, Centro de Estudios Bejaranos, 2010.