Introducirse en la poesía de R. Rufino Félix es recibir una descarga emocional de alto voltaje. Y no sólo de carácter estético, sino ético, si es que ambas instancias pueden escindirse: “nulla ethica, sine esthetica”, según el viejo topos que comentase Nietzsche y tanto gustaba repetir José María Valverde, que bien soporta la propiedad conmutativa : no hay estética sin ética. Lo cual, más que como imperativo moralizante, viene a decir que toda opción estética implica una escala de valores determinada, que no es verdad aquello tan manido del arte puro, arte por el arte o el “non serviam” pretendidamente aséptico.
Sin duda, el compromiso mayor del escritor es con la propia palabra poética, cuya pulcritud persigue esforzadamente. “Ajeno a cenáculos literarios y manifestaciones públicas, Rufino Félix ha ido construyendo una obra con la que el lector inadvertido tendrá, si se adentra en sus páginas con el fervor debido, una experiencia poco habitual : el encuentro silencioso y cordial con la poesía”, escribió el maestro Senabre, palabras que se recuerdan en la solapilla de cubierta. Sin embargo, la actitud solitaria del autor no ha impedido que obtuviese premios como el Ciudad de Salamanca (Las ascuas, 2002) o el Ciudad de Badajoz (Las puertas de la sangre, 2005). No que esta última obra fuese incluida por la Universidad de Oxford para el estudio en su tratado Lengua y literatura castellana, o que el Ayuntamiento de Mérida decidiese publicar la por entonces Poesías completas de R. R. Félix en el volumen El tiempo y el mar, tan acertadamente prologado por el profesor Francisco López-Arza.
Ahora bien, los poemas del extremeño (Mérida, 1929) soportan siempre una emocionante carga existencial, nutridos por los sentimientos que inducen , sobre todo, la memoria de años floridos; la levedad de las horas pasadas y la inminencia de las últimas. ( Casi al final de La granazón del frío – percíbanse las connotaciones del título, tomado de un verso de la obra – se encuentra uno de los más conmovedores, “Esa mujer” : Esa mujer que ronda/mi estatura,/ que me agobia inclemente/mientras cierra la tarde/ donde habito/y oscurece su luz./ Esa mujer que sigue tras mis pasos/prometiendo descanso/a mi fatiga./Esa mujer que no escucha/mi ruego/,Esa mujer:la muerte). ¿Cómo no recordar el no recordar el escalofriante epílogo quevediano y no hallé cosa en que poner los ojos/que no fuese recuerdo de la muerte ?).
Incluso en los poemas ocasionales del libro, acaso prescindibles aquí, late ese “nimbo trémulo” (Cernuda), que nos aproxima las realidades cotidianas desde otro punto de vista, añadiéndoles nuevas aureolas, por seguir con el lenguaje de Ocnos. Así ocurre cuando el poeta nos conduce a las alturas de Montsaraz; sigue los pasos de Don Antonio camino de San Saturio; absorbe las cresterías de la sal en Cádiz o insiste en reafirmarse como emeritense fervoroso. ( “En Mérida”, desnudo y anafórico hasta la conmoción, me parece uno de los mejores del libro).
Los endecasílabos blancos alternan con los heptasílabos asonantados o sin rima, los versos libres con las soleares, construidos todos con esa pulcritud y musicalidad que no perdonan posibles decaimientos. Son los “puros trazos” en los que el poeta procura recuperar la juventud ardida, trascender la guadaña con que nos ungen cuando nos nacen, pero que sentimos cada vez más próxima según discurren nuestros pulsos. De otro lado, junto a su indudable facilidad para la metáfora, R. R. Rufino mantiene su capacidad de recreación lingüística, inventándose neologismos de singular belleza o encontrándole nuevas significaciones a las palabras usuales. Valgan como ejemplos “ensoñecer”, “”esplendente”, “lumbror”, “el llameo”, “asalitrada”, “sincerado” o “clarecer”, más lucidas en los pasajes donde se usan que en una relación puntual . Si éste nos es el mejor de sus poemarios, conserva muchas de las cualidades que lo distinguen entre las voces más destacadas de Extremadura.
La obra ha sido editada por Beturia, que prosigue infatigable sus labores, y lleva prólogo de Juan Antonio Pérez Mateos.
EL LIBRO:
Título: ‘La granazón del frío’
Autor: R. Rufino Félix Morillón
Editorial: Beturia, 2010. Madrid