Si algún rasgo distingue, por encima de cualquier otro, la escritura de Ramírez Lozano (Nogales, 1950) es su extraordinaria capacidad imaginativa. Evidente en el casi medio centenar de obras que tiene publicadas, dicha virtud sobresale aún más en las que ha compuesto para el público de pocos años, aunque las leen con el mismo gusto los mayores, como las inolvidables Animañas (Editora
El personaje de este relato fabuloso nació de una calabaza, lo que explica el apellido. Su madre lo encontró entre los pliegues rosas de la pulpa. No extrañará, pues, que al estornudar expulse semillas o su sangre-savia sea dulce como el almíbar. En Merla, el pueblo donde vino al mundo, todo parece discurrir por cauces mágicos : el río Bodión se desborda si alguien canta en las orillas o reduce caudal ante las bendiciones del párroco; D. Gregorio, el adusto maestro llegado desde tierras salmantinas, sabe utilizar los servicios de una vaca para enseñar geografía a sus dóciles alumnos y tanto plantas como animales o cosas se conducen según códigos maravillosos. Una higuera maldita puede desarrollar sus raíces como tentáculos serpentinos que destruyen cuanto encuentran ; las fotografías florecen al calor de las lágrimas y el mundo todo se puede prolongar más allá de los límites de la lógica, según advierte el escritor en los preliminares. Incluso el mar, tan remoto, puede acercarse a Merla por insospechados caminos subterráneos .
Otros se admirarán, no Tino, perteneciente a esa saga de infantes taumaturgos que con todo justicia preside el Alfnahuí ferlosiono. Acorde con su fantástico nacimiento, Calabacín es capaz de milagros auténticos : sembrando botones de prendas distintas, cosechará todo tipo de ropas; descubre los asombrosos “pinzapeces”, que le nacen con sólo tirar a la alberca las pinzas de la colada ; consigue atrapar en el pozo a la misma luna (tal vez el pasaje más poético del relato) y remedia la sequía ruinosa que amenaza a la población construyendo la “flauta del agua”, una caña a la que sopla y hacer llover chorros sobre los huertos.
La tierna historia de Calabacín, un cuento de amplia extensión, está escrita sin pretensiones moralizantes , con el sólo afán de divertir. No pretende sino introducir al lector en el libérrimo mundo de pensamiento mágico. Pues, contaros la realidad tal como es, a mí, al menos, me resulta aburrida y pobre. Os advierto que no soy un periodista. Soy fabulador y creador. Mi oficio es inventar la realidad, no repetirla ni copiarla”, adelanta el novelista a los posibles jóvenes lectores, por si dieran éstos en incomodarse ante las disparatadas historias (así las califica el propio Ramírez Lozano) que se van a encontrar.
José Antonio Ramírez Lozano, Tino Calabacín. Madrid, Anaya, 2010