Seguramente el más novelesco, de los Borbones contemporáneos fue el primogénito de Alfonso XIII. Ninguno como él para protagonizar un relato donde la historia y la fantasía del autor se combinan para producir una obra de indudable interés. La escribió Reynaldo Lugo y ha sido coeditada por una firma extremeña. Según la nota que difunde el otro sello, la bejarana If ediciones, El Príncipe que leía el Tarot y soñaba con mujeres, el autor cubano, residente en Béjar, llevó primero su obra a Mondadori, donde tiene publicados Palmeras de sangre, ambientada en la Cuba prerrevolucionaria de Fulgencio Batista y sus oscuras relaciones con la mafia de Bugsy Siegel, Lucky Luciano y Meyer Lansky. La importante firma habría retenido largo tiempo la segunda obra, sin decidirse a darla al público “por el temor a que el contenido de la misma hiriese la sensibilidad de la Casa Real española”. Ignoro si esto fue así, aunque estoy seguro que la novela no agradará en absoluto a los partidarios de la Monarquía española, y muchos menos a sus titulares. Y no tanto por lo que el escritor haya podido inventar para su personaje, sino porque quizá muchos prefieran mantener el velo histórico alzado sobre el Conde de Covadonga, según fue conocido D. Alfonso tras dejar de ser, entre voluntario y obligado, Príncipe de Asturias.
Efectivamente, D. Alfonso de Borbón lo fue, como heredero de la Corona de España, hasta que presentó su renuncia, aunque más tarde pudiera haberse arrepentido del trascendental paso. Con una pésima salud, signado por la hemofilia, al parecer nunca se sintió bien aceptado por la poderosa figura de un padre poco sensible, más atento a los avatares políticos, que forzarán a toda la familia real a exiliarse. Ya fuera del país, el príncipe contrae (1933) matrimonio morganático con una cubana, lo que forzará la dimisión. Su existencia no hará sino ir dando tumbos crecientes, divorcio y nueva boda, con aventuras extramatrimoniales incluidas, entre La Habana y Miami, donde sufre junto a una amiga el accidente de coche que lo llevará tan joven a la tumba (1938).
Por entonces, la guerra civil española parecía ya decantada a favor de las fuerzas de Franco, cuyos designios para el futuro de la Casa Real eran inescrutables. En todo caso, un hipotético restablecimiento de los Borbones en el trono recaería en el tercer hijo de Alfonso XIII, D. Juan, dadas las limitaciones físicas también del segundo, D. Jaime. A no ser que, y aquí empieza a imponerse la ficción de Reynaldo Lugo, alcanzase éxito la trama que Juan Ramón Jiménez y Ramón Nicolau, el hombre del partido comunista cubano, agente de la todopoderosa NKVD, habrían urdido en La Habana. Se trataba, nada menos, que de convencer a Don Alfonso para que aceptase ser introducido clandestinamente en España, vía Perpiñán, y convencer a los dos bandos enfrentados para que firmasen la paz y recibiesen como rey constitucional “al menos Borbón de los Borbones. Si fracasan es porque ni Franco, sabiéndose ya vencedor se encuentra oportunamente alertado por la Falange; ni Azaña, que cree ya la guerra perdida; ni los rusos, están por la labor. Sí se mostraba crecientemente ilusionado a Don Alfonso, pese a que la afición por el alcohol, la morfina y los cuerpos de las dulces mulatas lo distraen de tantas frustraciones y dolores acumulados. Para éste anti-héroe, antítesis de Maquiavelo, era más fácil soñar con mujeres que interpretar y resolver el complejo Tarot de su convulso país.
Escrita en una prosa bien cuidada, con excelente recreación de la Cuba de la época (magníficas sus referencias a los cultos yorubes, los músicos afrocubanos, los ambientes habaneros…), Lugo ha compuesto otra excelente novela.
Reynaldo Lugo, El Príncipe que leía el Tarot y soñaba con las mujeres. Mérida, De la luna libros/ Béjar, If Ediciones, 2011.