“Piropo” es como llaman en Campanario a uno de sus artistas predilectos, personaje bien querido en dicha población. Se trata de un apodo de juventud, que el así nominado adoptó gustosamente, cual un segundo apellido y lleva tiempo firmando sencillamente Diego Fernández Piropo. Maestro de profesión, nuestro hombre oficia también como poeta (acaba de publicar el libro Pintando versos serenos. Campanario, Ayuntamiento, 2011) y bibliófilo, que nunca falla en las reuniones de la UBEx. Pero lo suyo son sobre todo los pinceles, según bien demuestra el libro que presentamos.
Se trata del volumen, con guiño machadiano, que coordinan Bartolomé Miranda y Dionisio Á. Martín, seguramente el dúo más activo en las publicaciones extremeñas actuales. Y lo edita el Fondo Cultural Valeria, honorable asociación, con treinta años ya de fértil recorrido, junto con la Fundación Academia Europea de Yuste. Quienes no ignoran el discurrir de aquel pueblo (con la sombras infalibles de Faustino Arévalo y Bartolomé José Gallardo siempre en lontananza), identificarán otras amistosas complicidades entre los colaboradores de la obra.
Consiste ésta en un catálogo pictórico, aunque de especiales características. Pretende dar a conocer la producción plástica de Piropo, desde su adolescencia hasta hoy, mediante la acertada reproducción de óleos, acuarelas, acrílico, sanguinas, etc., más representativos de las diferentes fases por las que ha ido pasando el artista. Se adjuntan numerosos textos suyos, propicios para mejor entender búsquedas, tanteos y confirmaciones estéticas. Los dos coordinadores, así como Alonso Gutiérrez Ayuso y Bartolomé Díaz Miranda establecen en respectivos estudios la trayectoria creativa de Piropo, cuya producción literaria nos descubren Carmen Fernández-Daza y José Iglesias Benítez en lúcidos análisis.
Nacido en Campanario (1957), Diego Fernández se ungió desde la infancia con las luces de La Serena. A aquel inmenso paisaje ha permanecido conscientemente fiel hasta hoy. Allí estudió el bachillerato, para cursar Magisterio en la Escuela Santa Ana de Almendralejo (1976-1979). Marcha después a Barcelona, donde reside durante dos lustros y, mientras ejerce la enseñanza, se permite enriquecer sus pupilas en museos, exposiciones y talleres artísticos, que visita con asiduidad. Vuelto a Extremadura, se afincará en Castuera, tan próximo a las raíces, recuperando las sensaciones prístinas, que él irá traduciendo en cada fase según singulares percepciones, matizadas por un continuo aprendizaje de las técnicas y procesos creativos.
Importa leer el prólogo que suscribe Antonio Ventura Díaz, quien destaca en Piropo el permanente “compromiso personal e intelectual con la cultura de nuestra región”.
Bartolomé Miranda Díaz y Dionisio Á. Martín Nieto, Nieto (Cord.), En el camino… Campanario, Fondo Cultural Valeria/Fundación Academia Europea de Yuste, 2011.