Nacido en Segura de León (1928), sacerdote y periodista de amplia trayectoria en los medios nacionales (HOY, Arriba, Pueblo, El Imparcial, cadena SER …), Aradillas cuenta en su haber con casi un centenar de libros, los últimos, de carácter etnográfico, en colaboración con José María Íñigo. Las auténticas obras del extremeño muestran un aire común: son ensayos críticos, donde se abordan cuestiones de suma actualidad, relacionadas con la religión católica, que el autor analiza según las directrices innovadoras del Vaticano II, no siempre bien atendidas – denuncia él – por las autoridades eclesiásticas posteriores al Concilio (especialmente las españolas). Recordemos títulos como Proceso a los Tribunales Eclesiásticos; Matrimonios Rotos ; Divorciarse en España: mercado negro y corrupción; Divorcio: el pueblo pregunta; La Iglesia, último bastión del machismo; Iglesia nueva frontera; Santos sin retablo; Piedra de escándalo (La Iglesia en el cambio) o Preguntas y respuestas sobre el Código da Vinci.
A este género pertenecen Nuevas cartas provocadoras al Papa, segunda parte de las que publicase el año 2003 (y nunca obtuvieron contestación, anota Aradillas en el epílogo). Tampoco son textos de carácter epistolar, que en este caso estarían dirigidos al Sumo Pontífice. Se trata más bien de crónicas periodísticas, compuestas por alguien sensible a las inquietudes de la comunidad cristiana, cuyo descontento mayoritario ante no pocas situaciones también él sufre. Se propone constituirse en altavoz, respetuoso y moderado siempre, pero decidido e insobornable, de tantos hombres y mujeres como quisieran hacer llegar ante las últimas instancias sus protestas por las continuas y hondas contradicciones que creen descubrir entre la fe confesada y la vivida.
Así lo hace en este medio centenar de “cartas”, pretendidamente “provocadoras”, es decir, redactadas no con la intención de escandalizar, sino por sentido del deber, el que experimenta un creyente deseoso de promover un cambio de conducta en su Iglesia, sobre todo por parte de los máximos responsables. Hay cuestiones cuya radical corrección Aradillas juzga de especial urgencia y así lo va exponiendo con su ágil prosa, acompañándose de ejemplos por todos conocidos: La obsolescencia del “lenguaje clerical”, refugio tantas veces de personalidades prepotentes, ignorantes o acomplejadas. Los abusos de los tribunales eclesiásticos, sobre todo en pleitos matrimoniales, que a menudo dirimen de modo extrañamente rápido a favor de los poderosos litigantes. La falta de esfuerzo ecuménico por conseguir recomponer la unidad de los cristianos. El silencio, timorato o cómplice, de los que premian el “amén” en lugar del grito profético. Los excesivos signos de riquezas de una Institución que debería estar inequívocamente al servicio de los más pobre. El rechazo que determinadas prácticas sacramentales, por ejemplo la confesión de hoy, genera en los tiempos actuales. La falta de comprensión ante divorciados, gays y otros colectivos. Por no decir la insostenible e injustificable discriminación que continúan sufriendo las mujeres: “Tenemos la impresión de que están todavía vigentes dentro de la Iglesia las motivaciones pseudo-religiosas de culturas ancestrales, paganas casi todas ellas, por las que la mujer no podía alentar aspiración alguna, ni cultural ni religiosa. Y, además, era la pecadora por excelencia”, denuncia el escritor (pág.46).
Aradillas escribe desde dentro, como notario de la realidad, convencido de que tan importantes son la encíclicas, breves y demás documentos pontificios para los simples fieles, como las consideraciones de éstos en orden a mejorar la conducta de sus Pastores (“oves sumus, sed rationales”, proclamaba el gran Erasmo).
Antonio Aradillas Agudo, Nuevas cartas provocadoras al Papa. Madrid, Visión Libros, Madrid, 2011