La Real Sociedad Económica de Amigos del País, constituida justamente al calor de los impulsos renovadores que en la época de su nacimiento(1817) alentaban la Península – sin que los partidarios del “AntiguoRégimen” renunciasen a seguir manteniéndolo -, no podía olvidar laecha mágica de 1812. Los responsables de aquel organismo pacense, alentados por D. Francisco Pedraja,
acordaron dedicar el nuevo curso sobre historia de la ciudad, séptimo
ya de los de su serie, a la Constitución de Cádiz, cuyo segundo
centenario se conmemora. Con tal motivo, encargaron a una de sus
socias más distinguidas, la doctora Carmen Araya, que confeccionase
el programa oportuno, cuyo desarrollo correría a cargo de
profesores solventes. El volumen ha poco publicado recoge las doce
conferencias impartidas a lo largo del curso 2010-2011, más un corto
número de comunicaciones adjuntas. Todos los trabajos aquí reunidos
resultan interesantes, aunque los límites de una reseña periodística
impongan la inevitable selección.
Lo abre el estudio que me parece más valioso por su rigurosidad
expositiva y fundamentos documentales. Lo suscribe el reconocido
historiador Miguel Ángel Naranjo Sanguino, quien se ocupa de las dos
generaciones de parlamentarios extremeños, “sin duda la mejor clase
política que ha tenido Región” (pág. 15), de las Cortes de Cádiz
(1810-1813) y del Trienio liberal (1820-1823). El investigador
establece el nombre, edad, profesión y tendencia política de cada uno
de ellos, así como la ciudad a la que representaban y la represión a
la que tantos fueron sometidos por Fernando VII. Los nombres
estelares de Muñoz Torrero, Antonio Oliveros, Francisco Fernández
Golfín ,José María Calatrava , Juan Justo García, Álvaro Gómez
Becerra, Pablo Montesinos o Juan Álvarez Guerra – figuras de
proyección nacional – no deben ocultarnos los de otros que, si menos
brillantes, constituyen también un conjunto de personas tan honestas
como mesuradas y trabajadoras por el bien de la Nación.
José Mará Lama desarrolla en otra ponencia magnífica los orígenes
comunes (Universidad de Salamanca) y la estrecha amistad que existió
entre no pocos de aquellos primeros liberales. Frente al tópico con
que nos signó la temible décima de un clérigo de la época, Gregorio de
Salas (“Espíritu desunido/anima a los Extremeños/, jamás entran en
empeño/ni quieren tomar partido”, etc., etc.), Lama expone hasta qué
punto existían redes de complicidad y apoyos mutuos entre los padres
de aquella Constitución representantes de la entonces provincia de
Extremadura.
Por último, Ángel Juanes Peces, Presidente de la Audiencia Nacional,
expone cómo fue gestándose la “Pepa” y cuáles son las aportaciones
básicas de la constitución aprobada en Cádiz en medio de
circunstancias límites. Lamentablemente, el texto de tan reconocido
jurista se reproduce con el tono coloquial de su intervención,
restándole precisión y cargándolo de no pocas reiteraciones. No
obstante, permite seguir los debates de los tres grupos (liberales,
realistas y americanos) allí reunidos, sus enfrentamientos y también
concesiones mutuas hasta lograr una Constitución que abría para España
las puertas de la Modernidad. Lástima que otros se obstinasen en
cerrarlas. Detrás de ellos, desde los fogones, laboraba infatigable
por la apertura renovadora el bibliotecario de aquellas Cortes, otro
extremeño de proyección nacional, Bartolomé José Gallardo, uno de los
españoles que más ha sabido de libros y cuya agitada biografía boceta
aquí Joaquín González Manzanares.
Carmen Araya (coord.), Apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz, tomo
VIII. Real Sociedad Económica de Amigos del País, 2011.