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Manuel Pecellín

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GUADALUPE

Fundada en 1916, mientras la Comunidad Franciscana se debatía por devolver al Santuario de las Villuercas parte al menos de su perdido esplendor, la revista “Guadalupe” mantiene casi un siglo después encomiable regularidad, no sin haber adaptado formato y contenidos a las exigencias del tiempo. Dirigida ahora, tras el inolvidable fr. Sebastián García, por Antonio Arévalo, prior también del cenobio mariano, consta de 40 páginas, bien maquetadas e impresas, con un grupo de expertos colaboradores habituales.
Abre este número una décima con estrambote, compuesta por Diego de Ocaña (c. 1570-1608), fraile jerónimo de Guadalupe enviado a Indias, quien no duda en hablar de la “nación extremeña” (hasta dos veces en la misma estrofa) y sostener que la Morenita es su “Matrona” (¡buen guiño para los animosos de “Guadalupex”!).
Tras varios apuntes anónimos sobre la devoción mariana en la Llerena medieval; la fiesta de “La Encamisá” de Torrejoncillo y la ermita portuguesa de Sagres dedicada a la Virgen de Guadalupe desde Enrique el Navegante (1394-1460), encontramos la pluma del director en “La jiguera”, con razonables enojos contra la derogación de la “doctrina Parot” y la puesta en calle de decenas de terroristas nunca arrepentidos.
El joven Emmanuel R. Fernández suscribe la necrológica de Juan Gelman (1930-2014), el poeta argentino familiar de judíos ucranianos, que se enroló en las Fuerzas Armadas Revolucionarias para combatir la dictadura peronista y hubo de exiliarse, dejando atrás hijo y nuera embarazada, hasta el indulto (1989) decretado por C. Medem, conmoviéndonos la búsqueda de su nieta Andrea.
El P. Oterino narra las peripecias sufridas hasta localizar el Crucificado primitivo del extraordinario grupo escultórico “Espasmo de la Virgen, san Juan y la Magdalena”, que labrara la gubia del flamenco Koeman (s. XVI) y salvase de los xilófagos el celo del buen fraile.
Manuel Herrera Vázquez, basándose en seis documentos de la época, ofrece una primera entrega sobre las actuaciones de la neófita Inquisición (1485) en el entonces monasterio jerónimo, Comunidad que aún no aplicaba el “Estatuto de Limpieza de Sangre” para aceptar a sus miembros. Las actuaciones del temible Tribunal contra supuestos “judaizantes”. Se reproduce la carta que dirige el Inquisidor sevillano Francisco Sánchez de la Fuente dirige al prior Nuño de Arévalo (2-III-1485) para entender contra los legos de la puebla guadalupana. El autor promete un próximo libro.
No menos interesante resulta el artículo del siempre bien informado Arturo Álvarez sobre los bienes de Hernán Cortés, según se deducen del inventario recogido en el volumen XXVII de las “Publicaciones del Archivo General de la Nación” (México, 1935),
Finalmente, quiero destacar otras tres colaboraciones: Elisa Rovira concluye sus trabajos en torno a los visitantes famosos que han subido hasta Guadalupe, deteniéndose en la figura de Unamuno; Enrique Cordero continúa ocupándose de la música y tradiciones guadalupenses (en este caso, la matanza, el aguinaldo y las canciones navideñas), mientras Antonio Ramiro no deja de recoger en “Crónica de la Puebla” cuanto acontece por aquellos alrededores.

Arévalo, Antonio (dir.), Gudalupe, nº 837. Guadalupe, Ediciones Guadalupe, 2014

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