Será siempre de agradecer una antología bien seleccionada, con iluminador estudio preliminar, que facilite seguir la escritura de un gran poeta, desde sus orígenes hasta los libros últimos. Tal es el caso de la preparada por Tomás Sánchez Santiago, tan profundo conocedor de José Ángel Valente (Orense, 1929-Ginebra, 2000). Desde luego, según reconoce con las oportunas citas de la introducción, mucho le han servido las investigaciones realizadas por otros interesados en las obras del autor, sobre todo los apuntes de Andrés Sánchez Robayna, Fernando García Lara, Miguel Casado, Claudio Rodríguez Fer y José Manuel Diego, en cuya memoria se hace la edición.
A estas alturas, parece indiscutible que el creador orensano ha sido hombre clave de las letras españolas durante la segunda mitad del s. XX. Atento siempre a cuanto ocurría a su alrededor (vivió en Orense, Madrid, Oxford, Ginebra, París y Almería), incluso a los problemas generales de sus coetáneos (japoneses de Hiroshima, indios de Brasil, pueblo de Israel, etc.), se mantuvo indefectiblemente libre de cualquier atadura que pudiera constreñirle el discurso… o el silencio. Cabe recordar que su cuento El uniforme del general lo condujo a un consejo de guerra acusado de ofender al ejército franquista (1972).
Cada vez más esencial, depurada y provocadora, la voz de Valente nos sigue conmoviendo. Interesado por la mística, sea la cábala, el sufismo, el taoísmo, el budismo zen y, cómo no, el cristianismo (especial atención a San Juan de la Cruz y Miguel de Molino), corrientes en las que apreciaba el interés por los problemas de la inefabilidad, los orígenes del ser, el misterio, los “armonicae mundi”, el vacío, la nada y la muerte, se opuso a ser encuadrado en grupo generacional o escuela alguna. Prefería el “desierto” a las camarillas, pesebres o estrados ostentosos. Tal vez por eso es más de todos que cualquier otro coetáneo suyo. Nunca ocultó, sin embargo, deudas con los más grandes de la tradición literaria, críticamente asumida, y muy singularmente con María Zambrano.
Así se percibe en los poemas antologados en este volumen. ¿Cómo no conmoverse leyendo el homenaje a los maquis enterrados en el cementerio de Morette-Glières (con explícita mención a Félix Belloso Colmenar, de Hervás); el recreado “Dies irae”; la ridiculización de los “Procesos de Moscú” ; la prosa lírica de “Tres lecciones de tinieblas”, genial paráfrasis del alefato hebreo; las geniales interpretaciones del Sur andalusí o el haikú con el que se cierra el libro: “Cima del canto./El ruiseñor y tú/ya soy lo mismo”?
“Borrarse.
Solo en la ausencia de todo signo
se posa el dios”,
proponía el autor como norma máxima. Pero quedará indefectible en la memoria de cuantos lo lean.
José Ángel Valente, Antología poética. Madrid, Alianza editorial, 2014.