Historia común fue la que labraran tantos miles de españoles y franceses antifascistas entre 1936 y 1945. Miles de hombres y mujeres de ambas nacionalidades lucharon con denuedo para impedir el triunfo del franquismo en la península (sin conseguir su propósito) y derrotar allende los Pirineos (lo que sí lograrían) a los ejércitos alemanes que habían encontrado cómplices múltiples en ambas partes del país vecino (la ocupada directamente y la también subyugada bajo el débil gobierno Pétain). El estudio de tan apasionante como complejo fenómeno le merecería a Martín Gijón (Villanueva de la Serena, 1979) el Premio Arturo Barea 2013. Aparece ahora en un volumen de 532 páginas, enriquecidas con hasta 1124 notas y en un minucioso índice onomástico. Dedicada a Gregorio Torres Nebreda, la obra aprovecha la bibliografía existente – ya abundante, luego de tanto lustros sin reconocer la aportación española a la lucha contra los nazis en territorio francés – y, más aún, las consultadas realizadas durante años por el autor en
archivos y bibliotecas de París, Ámsterdam, Madrid, Barcelona y Alcalá de Henares. Bien aprovechada fue la beca para investigadores extranjeros que obtuvo con este fin obtuvo del Ayuntamiento parisino.
El maquis contra las fuerzas del III Reich terminó generalizándose por todo el territorio francés, pero no desde el primer momento de la invasión, ni del mismo modo e intensidad en todas partes. Lo que sí parece innegable es el protagonismo que para el nacimiento, coordinación y desarrollo de los núcleos resistentes alcanzaron dos colectivos, es verdad que entre otros muchos (maestros, estudiantes, cristianos de izquierda, escritores célebres, sindicalistas, patriotas conservadores, emigrantes polacos, judíos, etc.): los franceses que habían apoyado a la República española, miembros no pocos de las Brigadas Internacionales, y los republicanos que tuvieron que pasar el Pirineo para salvar la vida. Ya curtidos en el manejo de armas y explosivos, encuadrados muchos en organizaciones clásicas de la izquierda, deseosos de devolver a su país las libertades perdidas y vengar la muerte de tantos compañeros, conscientes de que los nazis se esforzaban por eliminarlos tanto como los agentes del franquismo, crearon o se unieron a los batallones de la Resistencia con absoluta dedicación. No siempre les fue reconocido que e la liberación de París, Toulouse, Lyon y muchas otras poblaciones jugaron papel determinante. En este
se podrán leer sus acciones más significativas.
Pero la lucha contra la Wehrmacht y sus cómplices casi nunca comenzó con el fusil o las granadas. Antes de pasar al atentado o el sabotaje, los resistentes comenzaban manifestándose contra aquellos a través de la escritura: periódicos, revistas, panfletos, octavillas, etc., impresos clandestinamente y perseguidos con saña por los hitlerianos irán dando rienda suelta a la indignación popular. En torno a los medios más sólidos, aquí minuciosamente analizados, van
grupos de opinión, solidaridad y compromiso, que conformarán una red cada día más tupida, consolidada y animosa. Por supuesto, junto a tantos héroes, no faltarán delatores, cobardes, sumisos o personas excesivamente apegadas a las consignas de los partidos clásicos, que tardan más de lo oportuno en tomar decisiones radicales frente al invasor. Tras el triunfo de los aliados, tampoco llegarían a fructificar las esperanzas revolucionarias, o al menos renovadoras, que la Resistencia, con tanta sangre propia y ajena derramada, había hecho nacer. El estudioso no oculta sus opiniones, discutibles por supuesto, sobre las causas de tamaña frustración, ensayando incluso sobre la actualidad de algunas. Todo ello hace del libro una lectura apasionante y enriquecedora.
Mario Martín Gijón, La Resistencia franco-española (1936-1950). Badajoz, Diputación, 2014