CEGUERA ÓNTICA
Un jurado presidido por Lorenzo Silva otorgaba el VI Premio Abogados de novela 2015 a Jesús Sánchez Adalid (Don Benito-Villanueva de la Serena, 1962). El escritor extremeño cambió esta vez su línea habitual de trabajo para mejor adaptarse a la trayectoria del galardón que convoca el Consejo General de la Abogacía Española. Aprovechando sus conocimientos jurídicos (ha sido juez), optó por alejarse literariamente de épocas y personajes remotos (mozárabes, conquistadores, caballeros alcantarinos, inquisidores o santas renacentistas) para abandonar esta vez la novela histórica y asumir un asunto novedoso en el campo de las leyes.
Compuso así, al parecer con el mismo éxito, La mediadora, texto que sin embargo mantiene las características ya clásicas en sus obras: máximo interés por el proceso narrativo, estructura sencilla, lenguaje cotidiano, personajes de escasa complicación psicológica, referencias al terruño, mínimos guiños culturales (los hay a la mística sufí, con la figura de Nasreddine, o al psicoanálisis) y final feliz. El resultado puede ser discutible, sobre todo para los críticos exigentes, pero de indudable eficacia.
Sánchez Adalid figura entre los escritores españoles más vendidos y títulos suyos, según pude comprobar personalmente, lucen en las librerías de numerosos países hispanoamericanos.
También Mavi, exjuez cacereña, ha llegado a ser una novelista de éxito. El autor conoce bien las vicisitudes que sufre el personaje (toda narración es en parte autobiográfica, se dice): carrera de presentaciones por doquier, presión de los medio, premura editorial para extraerle nuevos originales, inquietud sobre las propias capacidades creadoras, abandono forzado de los viejos amigos… Metida en torbellino tan absorbente, no extrañará que el matrimonio de “Laura White” (es su seudónimo) zozobre. Tampoco ayuda el carácter del marido, otro extremeño testarudo, capaz de jugarle alguna mala pasada. Resultan víctimas de esa “ceguera óntica” que con facilidad podemos padecer todos, “el oscurecimiento de la propia vida y la falta de luz” (pág. 229).
Es ahí donde aparece otra protagonista del relato, Marga, “la mediadora”. También licenciada en Leyes, descubre como disfruta mucho más esforzándose por conciliar partes en litigios que ganando pleitos a favor sólo de algunas. Para mejor servir a esta su auténtica vocación, sigue los cursos de la catedrática de Psicología catalana María Mut Abreu (otra mujer sabia de esta novela, con indudable marchamo femenino). Va enhebrándose así la trama, con abundantes feedbacks de la dorada juventud, vivida en la Facultad de Derecho de Cáceres. Las descripciones de la ciudad antigua, Patrimonio de la Humanidad, son excelentes, así como las del paisaje extremeño en primavera, y atestiguan las virtudes literarias de un autor al que no siempre se le percibe interesado en mantener esas cotas estéticas, más atento al atractivo de las historias personales o la vivacidad de los diálogos. Sin duda, sobresale también en el manejo del lenguaje, los hábitos y costumbres del “gremio de la justicia” (
pág. 236) y reconoce en nota final la ayuda recibida de un grupo de abogados emeritenses para conseguir máxima verosimilitud en los planteamientos de “la mediadora”.
Por lo demás, aunque es cierto que el novelista rechaza una proyección moralizante, suscribimos las palabras de Jorge García en
elimparcial.es (9.8.2015): “Con esta narración, Sánchez Adalid nos golpea en temas tan íntimos como la percepción del otro, la necesidad de valorar lo que realmente tiene importancia o vislumbrar lo positivo en momentos que cuesta encontrarlo. A fin de cuentas, se trata de que en nuestras vidas busquemos lo que prime la luz, que seamos capaces de ver y ser vistos por los que nos rodean, ya que eso es un síntoma de que suponemos algo para esa persona, siempre intentando huir de esa oscuridad que nos ciega a veces, que nos hace que busquemos donde sabemos a ciencia cierta que no vamos a encontrar. En esencia, caminar siempre viendo el camino que recorremos y a las personas con las que lo andamos”.
Jesús Sánchez Adalid, La Mediadora. Madrid, Martínez Roca, 2015