El novelista estadounidense H.P.Lovecraft (1890-1937), considerado uno de los maestros de la literatura de terror, fue quien introdujo en las letras contemporáneas la ficción de un grimonio (libro mágico) cuyo nombre se hará célebre: el “Nekronomicón” o “Libro de los muertos”, según su etimología griega. Otros autores del círculo lovecraftiano recurrirán también a esta obra fantástica, hasta el punto de que no faltarán investigadores dispuestos a descubrir si realmente ha existido una obra semejante, capaz de conmover radicalmente al osado lector. Se trataría de un texto escrito en el siglo IX por un santón musulmán (Abdul Hazred) en la Arabia Saudí al dictado de terribles fuerzas demoníacas, tal vez antiguos dioses egipcios, que siempre pulularán sobre la obra, controlándola a su antojo. Repleta de sortilegios y fórmulas taumatúrgicas, puede generar horribles metamorfosis a quienes la ojeen, como devolver a la vida a cualquier muerto en cuyo favor se invoquen. Una apasionante carrera, entre reyes, inquisidores, bibliófilos y magnates, habría conducido al Nekronomicon por medio mundo, aunque hoy se le siga buscando afanosamente con las más variadas intenciones, desde servirse del mismo a lograr eliminarlo de la faz de la tierra.
Enrique Laso (Badajoz, 1972), quien se diera a conocer con la novela Desde el infierno, adaptada ha poco al cine (la película se presentó el 2014 en el Festival de Sitges), ha compuesto esta segunda tomando el misterioso manuscrito (se habría hecho una edición española de mínima tirada en el XVI) como núcleo de su apasionante relato. Poniéndolo en relación con el célebre y aún no inteligible “Manuscrito Voynich”, conservado en la Biblioteca Beinecke de libros raros de la Universidad de Yale (lugar relevante en la novela), el autor construye una trama de enorme interés en torno al esotérico volumen, en sus orígenes árabes Kitab Al-Aziz, o Libro del Rumor de los insectos nocturnos (símbolos de las fuerzas sobrenaturales destructivas).
Laso tiene la habilidad de descomponer la urdimbre narrativa en numerosos hilos, sin atenerse a la consecución espaciotemporal lógica, conduciéndonos en un baile discontinuo desde los escritorios medievales (no se olvide El nombre de la Rosa, de Umberto Eco, ni la ficticia Poética II de Aristóteles) a la Feria de Frankfurt; del desierto arábigo a la Constantinopla grecocristiana; desde un monasterio castellano, a la Escuela de Traductores de Toledo o las mansiones de gente como D. Álvaro de Luna, el valido afecto a la nigromancia, pasando por Londres, París, Japón , Berlín o Madrid, lugares todos donde la búsqueda y posesión, más o menos duradera, del libro produce las más fantásticas transformaciones en quienes con él se relacionan, muertes y resurrecciones incluidas. Un periodista español, Sebastián Madrigal, personaje con escasas luces, más bien frívolo, se convertirá poco a poco en pieza básica de la investigación bibliofílica, pagado por un inglés riquísimo: Henry Newman quiere conseguir, a toda costa, devolver a la existencia a su difunta esposa y sabe que los sortilegios contenidos en la obra se lo pueden permitir (ya se produjo en otros casos). Sus intereses chocarán con los de la Hermandad para el Triunfo de la Luz, cuyos socios, curas exorcistas, están dispuestos a cualquier cosa para destruir la demoníaca escritura e incluso a quienes con ella se relacionen.
En resumen, una obra realmente atractiva, con mucho de novela histórica y thriller, combinados con dosis de sólida bibliografía .
Enrique Laso, El rumor de los muertos. Ediciones Planeta, Madrid, 2014.