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Manuel Pecellín

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REALISMO MÁGICO EN RUMANÍA

Se considera a Anna Blandiana (seudónimo de Otilia Valeria Coman) una de las mejores representantes de la rica literatura rumana.  Sobran argumentos para este juicio. Pocos como esta escritora  (Timisoara, 1942) han logrado conjugar tan convincentemente sus virtudes literarias con las cívicas. Y así se ha mantenido hasta  hoy, desde los inicios en un régimen tan indefendible como el de  Nicolae Ceaucescu, el dictador comunista ridículo y sanguinario, que impuso vejaciones incontables (cárceles, crímenes, campos de concentración, vigilancia permanente, miedo generalizado e incluso la interesada corrupción del lenguaje) a su país,  con tantos silencios internacionales cómplices,  sin ser capaz, por otra parte, de  conseguir unos mínimos niveles de subsistencia económica.  A los cánones del “realismo socialista”, la rebelde Blandiana contrapuso una voz singular, una escritura metafórica repleta de símbolos y  aporías que, no obstante, los lectores saben interpretar perfectamente. Y también la censura, claro. De ahí que llovieran prohibiciones innúmeras a la hija de un “enemigo del pueblo”, cuyo padre, comandante durante la II Guerra Mundial y luego sacerdote ortodoxo, conoció  la amargura de las cárceles soviéticas.

Pese a cuantas limitaciones le impuso el Poder, Blandiana consiguió licenciarse en Filología e irse dando a conocer ante el público  como poeta y narradora merced a libros que irían difundiéndose contra viento y marea, a menudo por copias clandestinas antes de alcanzar la imprenta.

“Aunque la prosa de Blandiana (tomó este nombre de la aldea donde nació su madre) tiene un substrato realista, no está exenta de elementos oníricos, surrealistas y caricaturescos que deconstruyen el código de lo verosímil. Su ficción se inscribe dentro de la tradición fantástica (…) Los límites fluctuantes de su universo fantástico construyen una geografía imaginaria que denuncia una realidad político-social al tiempo que adquiere una dimensión filosófica y metafísica”, suscribe Viorica Platea  para el magnífico prólogo adjunto a esta edición de Periférica.

Proyectos de pasado (el oxímoron ya presente en el título) es un conjunto de once relatos cortos, casi todos perfectamente clasificables como “cuentos”), donde la imaginación, el ingenio, la ironía y la habilidad narrativa de la autora, combinada con numerosos elementos autobiográficos, alcanzan todo su esplendor.  A mi entender, algunos sobresalen de forma especial, aunque resulte difícil omitir el resto. Señalaré  “Una herida esquemática”, donde un delfín, ya muerto, descubre  sus peripecias vitales ante personas  cegadas por los prejuicios  y la lógica, sin que logre entenderlo más que un niño.  Más fantástico aún es el segundo, “Aves voladoras para el consumo”, cuya protagonista,  una filósofa encargada de enseñar  Histmat (materialismo histórico), tan hambrienta como para ponerse a criar gallinas en su balcón, verá que la clueca incuba auténticos angelitos.  Por no decir, el que da título a la obra, tal vez el más próximo al relato histórico,  una escalofriante narración de cuanto se pudo sufrir bajo la férula de Ceaucescu. Por último, destacaré “Reportaje”, con su tremenda carga simbólica, en que una periodista, trasunto de la autora, narra cómo  no  se puede detener la inundación de cierta isla artificial del Danubio (la propia Rumanía)  y  las fantasmagóricas evocaciones que se hacen en “La iglesia fantasma”, asunto recurrente en la escritora, que bien podría incluirse entre los cultivadores del realismo mágico.

Los traductores, Fernando Sánchez Miret y la prologuista, Viorica Patea, los han vertido en un castellano sin mácula. Se agradece el conjunto de notas explicativas, tan útiles para entender los guiños de la narradora, y  que, por no interrumpir la lectura, añaden en un rico apéndice.

Anna Blandiana, Proyectos de pasado. Cáceres, Periférica, 2017

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