Bandera blanca es un conjunto de relatos cortos, bastante distintos en cuanto a extensión e intensidad, que prologa de forma tan concisa como sustanciosa Fernando R. Lafuente. El experto filólogo resalta las cualidades que más le seducen en el libro: su estructura fragmentaria, la fusión que exhibe de fantasía y realidad, la pluralidad de estilos (narraciones, diálogos, monólogo interior, sketch, anécdotas, epístolas, aforismos, cuentos), su inspiración en la vida cotidiana y la pulcritud del lenguaje. Súmense el humor irónico, más los constantes registros de suma actualidad, para convencer sobre la escritura de un escritor polifacético, cuya prosa se percibe cada vez más depurada.
Mario Alonso (Badajoz, 1969), licenciado en Ciencias Económicas y Derecho, hombre de empresa, combina actividad profesional con el ensayo financiero y la creación literaria. Sus Relatos liberados, aparecido el 2013, más las colaboraciones en dos obras colectivas, En la Frontera (2014) y El Cronógrafo (2016), vienen a confirmar que el espíritu creativo del autor no es flor de un día. Tal vez los ánimos juveniles que le llevarían a participar activamente en la movida madrileña de los años 80 del pasado siglos (con Mario Tenia y Los Solitarios) repuntan ahora en medio de las pre-ocupaciones financieras no del todo absorbentes para alguien con un espíritu tan lúdico como este activo empresario extremeño.
“Cuando se alcanza cierta edad, uno necesita renegociar sus pactos. Me refiero a los acuerdos con tu pareja, con tus hijos, con tu familia… y sobre todo contigo mismo; a las decisiones sobre el tiempo que dedicas al trabajo y al ocio; a relacionarte sólo con las personas que verdaderamente aprecias; a mantener viva la llama de tus ilusiones y tus pasiones. Esta negociación necesita de un armisticio previo, de un tiempo de reflexión. Entretanto, conviene enarbolar una bandera blanca”, leemos en la declaración de intenciones preliminar. Inútil advertir cuántas veces la pacífica albura de la tela engaña sobre supuestos pactos. Así ocurre en la obra.
Alonso más bien parece decidido a agitar ánimos, descubrir segundas intenciones, clavar banderillas a reses adormiladas, poner en solfa los prejuicios clásicos y remover tópicos de cualquier género. El quiebro último, sorprendente, con el que gusta rematar cada microrrelato, alivia las tensiones acumuladas, pese a la concisión de los textos. El pesimismo antropológico perceptible en gran parte de ellos se suaviza con toques de piedad y comprensión ante las debilidades humanas, cuando no de auténtica ternura, más sensible hacia los “perdedores” en los avatares múltiples (negocios, amores, familia) de la vida moderna. Lo que menos perdona es la corrupción de los políticos.
Notables son también las reflexiones de carácter metaliterario, en las que el autor va dejando caer su concepción de la escritura. Las viejas, no perdidas aficiones le llevan a componer piezas como esas ingeniosas “Ecuaciones musicales” (pág. 56), en las que resume humor y conocimientos. Más de una vez, atrevidas prosopopeyas permiten conceder el protagonismo de la narración a entes como un humilde espárrago o un simple vencejo, que pasan a encarnar las veleidades de la condición humana.
Señalaré por último que, en medio del aura cosmopolita dominante, no faltan referencias a Extremadura. Baste recordar el relato “Vadeando” (pp. 97-98), donde este amante de la dehesa evoca el fenómeno de la trashumancia, con tanto peso en la historia de nuestra comunidad.
Mario Alonso, Bandera blanca. Córdoba, Almuzara, 2017