Fue durante la primavera de 1936 cuando la figura del yuntero alcanzó su máxima relevancia en nuestra Región. Aquí había ido acrecentándose por miles el personaje del campesino que posee aptitudes y herramientas para las labores agrícolas –sobre todo, la yunta de animales-, pero no la tierra donde emplearlas. Necesita arrendársela a los propietarios del latifundio, absentistas muchos de ellos, quienes, si aceptan tratar, saben imponer condiciones leoninas. Se difunde al máximo el sueño, fomentado con la llegada de la República, de una reforma agraria que permita al fin acceder a la posesión de los ansiados terruños, por lo demás mínimamente productivos si siguen sin roturar, bajo la “ley de la pezuña”.
Ante lo que poblaciones hambrientas estiman insoportable lentitud del Gobierno, se produce la gran eclosión: el 25 de marzo de 1936, con el impulso de la FETE (Federación Española de Trabajadores de la Tierra), 60.000 campesinos ocuparon unas 3.000 fincas (más de 100.00 Has.) previamente seleccionadas al grito de “¡Viva la República!”. Muchos lo pagarán con sangre o cárcel tras el triunfo de Franco.
Francisco González de la Riva, marqués de Villa-Alcázar, por entonces jefe de Publicidad y Publicaciones del Instituto de Reforma Agraria, vendría con su equipo a Extremadura para filmar estas movilizaciones. A él se debe el documental Los yunteros de Extremadura, núcleo de la obra que presentamos. La película estaba prácticamente inédita. Perdida al terminarse la guerra civil, fue localizada de modo fortuito en el Archivo del Estado Ruso de y Fotografía de Krasnorgosk el año 2012. Hoy puede visionarse en internet y por las copias de las tarjetas USB adjuntas a este volumen colectivo, si pequeño de formato, de interés indudable.
Según expone Pedro Poyato, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Córdoba, en uno de los artículos, el trabajo del cineasta deja mucho que desear. Desde luego, como ocurre con Las Hurdes/Tierra sin pan de Buñuel, las imágenes rodadas (en Cáceres, Navalmoral y Trujillo), montadas después en Madrid, dicen poco a favor de los yunteros. La iconografía elaborada por el marqués no tiene épica alguna. Personajes, vestidos, viviendas, animales, aperos, etc. resultan miserables en extremo, como si se pretendiese provocar la conmiseración hacia los mismos (si no ocultan una crítica al Gobierno republicano por permitir que tantos continúen sufriendo carencias similares). Las explicaciones enfatizan la terrible escasez, más aún cuando se equivocan, por ejemplo, al confundir trampas para pájaros, las “costillas” de mi infancia, con artificios para cazar ratas (que no sé qué podrían comer en los chozos fotografiados). El film no pude terminar de manera más descorazonadora: en vez de un militante altivo, a lo Miguel Hernández, lo cierra un viejo desdentado, a punto de recluirse en cualquier asilo, previsible final de aquellas clases populares, prevé el director (que apoyaría explícitamente la sublevación militar).
Otros ensayos contiene también la obra, frutos de las conferencias organizadas con ocasión del 80º aniversario de la guerra civil por ARMHEX (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura), que preside José Manuel Corbacho, autor de un lúcido preliminar. Los suscriben Emilio Silva Barrera, Alberto Reig Tapia, Francisco Moreno Gómez, Ángel Olmedo Alonso y Dulce Simôes. Bien conocida por sus publicaciones sobre el devenir de los refugiados en la frontera hispano-lusa (inolvidable su estudio de las concentraciones en Barrancos y el heroico papel del teniente Seixas), la antropóloga del Instituto portugués de Histôria Contemporánea describe los avatares de los republicanos pacenses en aquel tremendo agosto de 1936. La obra es presentada por Miguel Ángel Gallardo Miranda, presidente de la Diputación de Badajoz.
Ángel Olmedo Alonso y José Manuel Corbacho Palacios (coords.), Extremadura en el espejo de la memoria. Badajoz, Diputación, 2017.