Natural de Almendralejo (1952), Faustino Lobato encarna bien muchas de las virtudes que distinguen a su gente: bonhomía, cordialidad, facundia, simpatía y ese punto de amistosa exuberancia predispuesta por la generosa arquitectura física donde se sustenta. Buena parte de su vida ha transcurrido en Badajoz (alrededores de la Plaza Alta, con predominio gitano) e importa recordar que por su apoyo a las familias del cobre le hizo merecer el Diploma de honor en el V Concurso Internacional de Arte “Amico Rom” (Lanciano, Italia, 1998)
Recién jubilado como profesor de Filosofía, materia que perfiló durante sus estudios en la Universidad de Lovaina; secretario de la Tertulia “Página 72” y hombre comprometido con el discurrir de la ciudad donde habita, Lobato se declara especialmente próximo a la poética de Luis García Montero, así como de los portugueses (domina el idioma luso) Eugenio de Andrade y Sofía García de Melo.
Entre los libros que ha dado a luz cabe recordar Cuatro momentos para el poema, Poemario gitano, Pegados al horizonte, Quiebros del laberinto, Las siete vidas del gato, Un concierto de sonidos diminutos y El nombre secreto del agua. Este último, como el que aquí se presenta fue también publicado por Vitruvio. La editorial madrileña, que mantiene cuatro colecciones de poesía: Covarrubias, Plaza Mayor, Formato Grande y Baños de Carmen, ha decidido incluir Rehacer el alba en esta última, donde aparecen alternativamente escritores clásicos y contemporáneos. Lleva un extenso estudio preliminar de la poeta y ensayista extremeña Efi Cubero, cuya lucidez está fuera de dudas.
La obra, en la que van alternándose el verso blanco y libre con la prosa poética, se estructura en cuatro partes, formal y temáticamente unidas: La levedad del barro, Si el infierno soluciona la distancia, Movimiento de lo absurdo y Más allá de las tinieblas. Con numerosas autoreferencias (abundan los tiempos verbales en primera persona), Lobato analiza su propio discurrir existencial, del que en absoluto reniega, aunque algunas dosis de escepticismo, incluso de pesimismo antropológico, alcancen a herir las irrenunciables utopías. Resuenan a menudo las interpelaciones de filósofos como Nietzsche (la muerte de Dios, el eterno retorno y más allá del bien y del mal), Heidegger (¿Por qué el ser y no más bien la nada?) o Sartre (el absurdo, el ser libre), por no decir el Benjamín del “aura” o el Kundera de La insoportable levedad del ser, citados preferentemente en el idioma original.
Con mucha razón escribe Efi Cubero sobre estos poemas: “El carácter ético que los mueve, moldea y agita estas palabras sentidas desde una contemporaneidad que es plenamente consciente de lo irrealizable”. Lo que no impide la apelación a existir ante el misterio con la misma intensidad con la que vivo ante un amanecer, un orgasmo, un abrazo o una sonrisa (pág. 67). Aunque en ocasiones creamos vivir la huida de la palabra, el ineludible silencio ante la agonía de un naufragio permanente (pág. 74), nos mantendrá el color del verso que brota en cada rincón de sigilos agónicos, en cada espacio vacío, en cada espera (pág. 75). Porque siempre es posible la luz, aunque haya oscuridad y tenga que volver a redimir el canto de los dedos mientras deshago el silencio que me separa de ti (palabras finales).
Poemas y aforismos (tradición muy nietzscheana), cuidadosamente labrados, soportan con reciedumbre desde leves intuiciones a sentencias apodícticas en los que resulta fácil reconocerse. “Dios ha muerto, Nietzsche ha muerto y yo tampoco me encuentro muy bien”, bromeaba Groucho Marx. Pero habrá que seguir hacia delante. Libros como éste ayudan.
Faustino Lobato, Rehacer el alba. Madrid, Ediciones Vitruvio, 2018