Javier Divisa es el seudónimo de Javier Guerrero Rodríguez. Nacido y criado en Badajoz, reside en Madrid, donde se dedica al negocio de la moda, lo que le obliga a frecuentes viajes por el extranjero, China sobre todo. Es autor de las novelas Tres hombres para tres ciudades (Cana Negra, 2013) y Valientes idiotas (Amargord, 2015), colaborando también con artículos y recensiones literarias en revistas como Tarántula, El Cotidiano o Eñe.
“Magdalena” funciona en el imaginario occidental, al margen de otras consideraciones positivas, como prototipo de mujer pecadora, de la que se hace mención tanto en el Nuevo Testamento y en los Evangelios apócrifos, con larga proyección en la literatura y artes plásticas posteriores. Es el nombre que luce la protagonista del relato, al que da título, una joven de apenas diecinueve años. La iremos conociendo según la describe el partenaire masculino que le da réplica, un cuarentón, analista de mercados, consultor financiero y de recursos humanos, frívolo y disoluto, bon vivant sarcástico, sólido bebedor, que se enamora perdidamente de la muchacha.
Como en sus anteriores novelas, Divisa nos conduce al abigarrado Madrid de la globalización, cuyas calles y plazas ocupan los más variopintos especímenes: músicos eslavos, manteros senegaleses, ecuatorianos beodos, prostitutas de cualquier lugar, mendigos y ladrones (rumanos), por no decir los “gilipollas”, “soplapollas” y becarios nacionales, según los tres especímenes en que divide a los compañeros de trabajo. Con el desgarrado lenguaje que le distingue ( “puta” es el término más recurrente del libro), el narrador va componiendo un cuadro sociológico pleno de tipismo, a la vez que refiere las sinuosas y duras vivencias de ambos personajes y las tribunas urbanas con las que se relacionan. El sexo ocupa lugar predominante.
Gartzen Álvarez, que así se llama nuestro héroe, con quien el autor simpatiza, lo irá relatando en primera persona, a la vez que evoca sus orígenes familiares, estudios, amigos, relaciones con los padres (presentados sin la menor misericordia) y compañeros de trabajo, descritos sin la menor simpatía. Como tampoco la tiene por los políticos, nacionales o autonómicos. La verdad es que el retrato sociológico aquí compuesto resulta verosímil, pero desolador. Tampoco resultan muy reconfortantes los numerosos filosofemas con que Gartzen gusta explayar su pesimismo antropológico. “Yo mantengo la teoría…” es el preámbulo frecuente de numerosas cáusticas consideraciones.
El escritor es dueño de una prosa tan rica como innovadora y refrescante, plagada de los anglicismos que nos inundan y de expresiones típicas de las jergas juveniles predominantes los lustros últimos para referirse a modas, gastronomías, erotismo, consumiciones alcohólicas, narcóticos, espectáculos, etc. La lectura de Magdalena nos sumerge en un mundo, seguramente muy real, en el que las grandes ideas poco valen y se desconfía de los planteamientos utópicos, preteridos ante la satisfacción inmediata de las propias apetencias. Valor añadido de la novela es forzarnos a reconocer que, según escribiese Manuel Pacheco, todavía está todo todavía.
Javier Divisa, Magdalena. Madrid, Edición Lápices de Luna, 2017