Dos grandes libros elegíacos permanecen en mi memoria entre las obras de los escritores extremeños contemporáneos: Visitación de la muerte, en el que Joaquín Calvo Flores nos conmovió con su duelo por la esposa fallecida en plena juventud, y La semilla en la nieve,ungido por las lágrimas de Ángel Campos Pámpano, también él prematuramente desaparecido, ante el cadáver de su madre. Con ellos conforma un trío desgarrador esta obra, de título “a lo Kundera” quizá no muy feliz, La insoportable soledad de yo no ser por culpa de tú no estar, poemario que el autor escribe tras la muerte de Antonia, la mujer de su vida.
Antonio Pacheco (Olivenza, 1955) se dio a conocer cuando obtuvo (1983) el Premio de Poesía que convocaba la Asociación de la Prensa de Badajoz con En la Ciudad del Agua. Poco después (1984) se le otorgaba el I Premio Constitución de Poesía por Tú para tristes momentos tristes. Desde entonces, ha ido publicando hasta una decena de libros, entre los que cabe recordar Estaciones para una ceremonia; Abril, impronta primavera y Madrugada de los ferrocarriles. El penúltimo, Solitaria rosa de tu aliento (2015), reincidía en la temática de los anteriores, que, según declaraciones propias, no era sino “amor de la memoria, amor de la nostalgia, de la experiencia o de lo desconocido. Pero siempre desde esa óptica”, confesando que su mujer era su auténtica musa: “Es maravillosa desde que la conocí, cuando ella tenía 15 años. Nos hemos hecho el uno al otro”.
Antonio Pacheco está incluido en Abierto al aire, pionera antología de poetas extremeños contemporáneos, así como en la Gran Enciclopedia de Extremadura. Sin embargo, no aparecen otros importantes trabajos que han venido publicándose sobre escritores extremeños en los lustros últimos. Suele suceder que en tales historias de la literatura, si bien “lo son todos los que están”, “no están todos los que son“ (algo que les ocurre también a poetas tan relevantes como Rafael R. Félix Morillón, Isabel Escudero, Pablo Jiménez, José María Bermejo, Ángel Sánchez Pascual o José Iglesias Benítez, por citar sólo las ausencias más llamativas). Fenómeno seguramente inevitable en cualquier antología, por más trabajada que haya sido, resulta extraño afecte incluso a quien ha ejercido toda su carrera profesional a orillas del Guadiana. En cualquier caso, Antonio Pacheco es un creador sólido, buen conocedor de la literatura, con confesadas preferencias por una larga nómina de autores que van de García Lorca, Salinas y César Vallejo a Antonio Gamoneda, sin excluir a su paisano y homónimo Manuel Pacheco.
Esta dolorida entrega se estructura en dos partes bien diferenciadas: “Diálogo a media voz” y “Monólogos del silencio”. Los poemas de la parte inicial están construidos en primera persona y constituyen un intento de establecer con la amada ausente el coloquio ya imposible. A ella se dirigen todos los versos, melancólicas evocaciones de vicisitudes gozosas compartidas durante seis lustros de convivencia, que el vacío por la pérdida y consecuente soledad transforman en dolor. Son composiciones de amplio alcance y estructura libre, de metro casi siempre corto, sostenidas con suaves asonancias. Abundan en imágenes espléndidas, muchas próximas al surrealismo.
Le siguen los monólogos, poemas más breves, algunos mínimos, de versos blancos, para mí no tan felices. El autor parece resignarse y se refugia en el lenguaje, también en los silencios, para encontrar cómo sobrevivir al cataclismo existencial que se le echó encima. Pero ni el pudor impide el lamento, ni la incineración, que las manos de ella continúen haciéndose sentir, dulce y consoladora. Concluye el libro con otro de sus poemas próximos al haiku: La eternidad/ en ti/apenas fue un instante.
Antonio Pacheco, La insoportable soledad de yo no ser por culpa de tú no estar. Badajoz, Fundación, CB, 2018