El 4 de agosto de 1936, los fusiles de unos milicianos segaban la vida de Francisco Valdés junto a las tapias del cementerio de Don Benito. La barbarie asesina desencadenada en nuestro país por las tropas insurgentes tuvo también lamentables ecos en las zonas fieles a la República. Moría así un hombre singular, que había venido al mundo (Don Benito, 1892) en una familia de propietarios latifundistas y tuvo un largo recorrido ideológico: desde los ideales avanzados de su juventud, hasta actitudes rotundamente reaccionarias, próximas al fascismo, como las que vino defendiendo en el diario HOY durante los años últimos de su corta vida. Valdés, en efecto, combinaría desde tiempos precoces la creación literaria con las actividades periodísticas.
Pasado a Madrid (1910), se matriculó en las Facultades de Derecho y Filosofía de la Complutense. Aquel joven sensible, melancólico, culto y soñador asistía con asiduidad a tertuliadas tan singulares como la “República Daza”, sostenida por extremeños de carácter liberal. Convivir, según lo hizo, en la mítica Residencia de Estudiantes junto a lo más granado de la intelectualidad española contemporánea contribuyó sin duda a fortalecer su simpatía hacia el regeneracionismo hispano. De entonces datan las buenas relaciones con personalidades como el mismo Juan Ramón Jiménez. La firma de Francisco Valdés se hace frecuente en medios nacionales importantes : El País, ABC, Informaciones o El Sol, o el pacense Correo de la Mañana.
El fecundo poeta dombenitense Antonio María Flórez nos facilita con su obra acceder a un conjunto de 18 artículos que Valdés fue publicando entre 1914-1916 en la revista sevillana Bética. Los reproduce facsímiles, adjuntando preliminares y notas explicativas a cada uno de ellos. Constituyen un excelente testimonio de la ideología avanzada que por entonces sostenía el autor. Muchos prefiguran ya el modelo de “cuadro campesino” que Valdés elevaría a la perfección en obras como 8 Estampas extremeñas con su marco (1924. Reeditada por la ERE con introducción y notas de José Bernal y Manuel Simón Viola, 2013). Otros son reseñas literarias, donde lucen la enorme capacidad de lectura y la lucidez crítica del extremeño. En prácticamente todas estas colaboraciones denuncia la actitud cerril los caciques, el analfabetismo de las clases populares, la extrema dureza de las labores agrícolas, el atraso secular del país, la abulia de los españoles, la amoralidad de los “señoritos”, etc. Y proclama abiertamente sus simpatías para con Joaquín Costa, Ganivet, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Pío Baroja, Tolstoi o Antonio Machado. No faltan referencias a Extremadura (los directivos de Bética no dejaban de mantener que nuestra región estaba incluida en las zonas de influencia de Andalucía). De los escritores del terruño elogia sobre todo a Gabriel y Galán, si bien no falta un curioso apunte sobre su casi paisano Joaquín Montaner (Villanueva de la Serena, 1892-Barcelona, 1957), que sería Premio Nacional de Literatura (1951).
Dejar Madrid y volverse a Don Benito, cuya atonía provinciana lo enerva, fue sin duda un error, aunque lo requiriese la atención al patrimonio familiar. Funda allí un periódico, crea un centro de enseñanza, se afilia a Falange y fustiga a los ociosos habituales del casino. Cómo fue cambiando hasta hacerse un duro enemigo de la II República no pertenece aquí. Lo que nos cabe es encarecer la lectura de estos trabajos juveniles, que el doctor Flórez ha tenido el acierto de facilitarnos. Tal vez no sean los primeros que Valdés dio a la prensa (habrá que seguir registrando), pero suponen sin duda una muy agrandable primicia.
Antonio María Flórez, Escritos germinales de Francisco Valdés. Don Benito, autoedición, 2018