A Bartolomé J. Gallardo, padre de la bibliografía contemporánea española y polemista contumaz, se le evoca impetrando obstinadamente “¡doCumentos, documentos!”. Los buscaba con decisión, convencido de que eran fórmula imprescindible para establecer la verdad histórica. Claro que, como bien supo el sabio de Campanario, todas las fuentes documentales no justifican la misma consideración y demandan diferentes lecturas. No cabe tratar del mismo modo un acta notarial, el reportaje periodístico de según qué medio, el artículo de un órgano de prensa editado por cualquier partido, la hoja volandera de este sindicato, un informe gubernamental o las epístolas cruzadas entre amigos o familiares.
Bien lo sabe José Ignacio Rodríguez Hermosell (Badajoz, 1969), jurista de formación y bibliotecario de oficio, documentalista en la Junta de Extremadura, según ha demostrado en sus publicaciones. Entre las mismas podemos recordar Movimiento obrero en Barcarrota: José Sosa Hormigo, diputado campesino (2005) o El Tesoro de Barcarrota (2008)
La misma solicitud en la búsqueda de documentos y el pulcro tratamiento de los mismos lo distinguen en esta densa obra, Vuestros y de la causa socialista: movimiento obrero y Casa del Pueblo de Don Benito hasta 1938, que obtuvo el XVII Premio de Investigación “Santiago González”.
Tras un minucioso rastreo por archivos, hemerotecas, bibliotecas y entradas de Internet, el autor compuso la historia de las luchas que los trabajadores dombenitenses desarrollaron desde principios del siglo XX hasta la ocupación de su pueblo por el ejército franquista (julio 1938) paran buscar soluciones al tremendo problema social del que sin duda las clases humildes eran las víctimas principales.
Especial atención merece el impresionante cúmulo de asociaciones creadas por los gremios de Don Benito (La Benéfica, La Humanitaria, La Previsora, La Auxiliadora, La Esperanza Agraria, La Fraternidad y tantas otras), cuyos miembros irán radicalizándose de forma rápida, pasando de la ayuda mutua a planteamientos abiertamente revolucionarios. Factores claves de estas posturas societarias serán las percusiones publicitarias de la Revolución rusa (1917) y, sobre todo, la llegada de la II República (1931), aparte de que nunca terminaron de encontrarse soluciones a las crisis permanentes que atormentaban a buena parte de la población.
La cuestión agraria constituía el factor máximo de disturbios, aunque colectivos como el de los zapateros, tan numerosos en la población, mostraban una constante actitud reivindicativa.
Ahora bien, el protagonismo de las luchas sociales lo encarnarán los campesinos pobres, especialmente los aparceros y yunteros, cuyas vicisitudes quedan bien recogidas. Organizaciones socialistas como la UGT, la Casa del Pueblo, la Federación de Trabajadores de la Tierra apoyarán las demandas de una reforma que proporcione tierras quienes las saben cultivar. También, aunque con menor presencia, surgen asociaciones inspiradas en el comunismo libertario, no siempre bien avenidos socialistas y comunistas. Pablo Iglesias, Largo Caballero, Margarita Nelken, José Antonio Primo de Rivera y otros dirigentes nacionales harán actos de presencia en la población para animar a sus correligionarios. Inevitablemente, en el Ayuntamiento de la ciudad han de repercutir las polémicas de sus ciudadanos, según se expone, sin perder de vista el contexto nacional y, sobre todo, las situaciones de la provincia pacense.
Hermosell boceta también la biografía de los principales líderes obreros, hombres y mujeres, muchos de los cuales terminarán trágicamente a raíz de la sublevación militar o serán forzados al exilio. Según apuntes recogidos por otros estudiosos, pasan de trecientas las personas de izquierdas allí asesinadas, aproximándose a los doscientos los que habían perdido la vida por su adscripción a las derechas.
Singular atención merecen episodios poco conocidos, como la fidelidad a la República de la comunidad evangélica de Santa Amalia; la ayuda económica (mínima) que los obreros del gas y la electricidad de Don Benito remiten a sus colegas alemanes (1934) o el repudio que originan las máquinas segadoras en un agro de recolección manual, por no decir la propuesta que presenta Manuel Casado al pleno municipal (mayo 1937) para sustituir el nombre de “Don Benito” por el de “Benito Rojo”, al parecer de Radio Comunista mucho más democrático.
En resumen, una obra excelente para acompañar las luchas, al fin frustradas, de un pueblo tan trabajador para poner fin a calamidades seculares.
José Ignacio Rodríguez Hermosell, Vuestros y de la causa socialista: movimiento obrero y Casa del Pueblo de Don Benito hasta 1938.Don Benito, Ayuntamiento, 2018.