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Manuel Pecellín

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HÁBLAME, MUSA, DE CARINTIA

El hermoso ducado de Carintia, constituido a la sombra de los Alpes, tiene una vieja y convulsa historia. Durante casi mil años perteneció al Sacro Imperio Romano Germánico, integrándose después en el reino de Austria-Hungría. Disuelto éste tras la I Guerra Mundial, el Tratado de Saint-Germain (1919) disolvió las fronteras de Europa y creó un nuevo mapa del continente, Carintia se divide entre tres naciones: Italia (una parte pequeña), Yugoslavia (Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos) y Austria. Este último país obtuvo la parte del león, donde la vieja comunidad eslovena allí existente, de mayoría católica, con lenguaje y costumbres ancestrales, va a sufrir peripecias innúmeras, sobre todo tras producirse (1938) la Anschluss o anexión al III Reich. Austria pasó así, no sin complicidades, de Österreich a Ostmark («Marca del Este»), controlada por los nazis. Una fuerte guerrilla, amparándose en las montañas, se opuso a Hitler. Entre los “partisanos” (hombres, mujeres, adolescentes y casi niños), destacarán los de raíz eslovena, hasta el punto de que van a establecer las ecuaciones, sin duda falsas por su generalización, guerrillero=comunista=yugoslavo. Efectivamente, muchos de Carintia eludirán pertenecer a la Wehrmacht; otros, forzados, desertarán, marchándose a los montes para enfrentarse a las SS y la Gestapo. Cuentan con la ayuda de muchos simpatizantes. Bien caro lo pagarían. Fusilamientos, tortura y expolios miles caerán sobre ellos, que van a nutrir campos de concentración como los de Dachau, Auschwitz, Mauthausen, Lublin o el remoto Ravensbrück (especializado en recluir mujeres), de donde pocos regresarían. Ninguno lo hizo desgarraduras casi inimaginables. Por desgracia, el holocausto impuesto por la cruz gamada no fue solo para los judíos.

Es el argumento de El ángel del olvido, novela que no obstante tantas dosis encierra de poesía (descripciones de un paisaje único), agudos análisis psicológicos (los caracteres de la abuela y padre de la protagonista son magníficos) y antropología (presentación de costumbres centenarias, de origen agroganadero y silvícolas, con marcada religiosidad).

No oculta su entusiasmo por el terruño carintio la autora, nacida en aquella zona rayana (Eisenkappel, 1961). Maya Haderlap, que escribe en alemán y esloveno (abundan expresiones de este idioma en el libro), estudió dramaturgia en la Universidad de Viena y ha enseñado literatura en la de Klagenfurt, situada en el landaustríaco de Carintia, muy próxima a la frontera con la actual Eslovenia. Conoce bien lo que ha novelado.

La obra es un relato en primera persona, sólo ocasionalmente interrumpido por la narradora. Lo conduce una niña de ocho años, todos cuyos familiares y amigos combatieron contra Alemania, con las terribles consecuencias que esa lucha comportó y ya señalamos. La abuela, que pudo salir viva de Ravensbrück merced a la solidaridad de otras reclusas, la conciencia que guarda el tesoro de las tradiciones, con sus folias y filias más o menos justificables. La ceremonia de sus honras fúnebres constituye un testimonio etnográfico de primer orden. Frente a la diluida figura de la madre, la paterna se erige en el otro pilar de la narración. Ese granjero hirsuto, irreductible, lúcido y casi alcohólico, el partisano más joven, que se unió a la guerrilla con 12 años, desentendido después de cualquier política, encarna el coraje, las virtudes y las contradicciones de muchos de sus conciudadanos.

La novela ha sido galardonada con los premios Ingeborg Bachman y Rauriser (lo concede el ayuntamiento de Salzburgo a la mejor obra narrativa novel); se tradujo ya a las más importantes lenguas europeas y ha obtenido los más cálidos elogios. Con todo merecimiento. Además de sus virtudes literarias, es un antídoto contra la “damnatio memoriae”.

 

Maja Haderlap, El ángel del olvido. Cáceres, Periférica, 2019.

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