Carlos Díaz (Canaleja, Cuenca, 1944) es seguramente el filósofo contemporáneo español más fecundo, en cuyo haber figuran hasta tres centenares de libros propios y multitud de obras traducidas (de Hegel, Scheler, Marx, Bakunin, E. Stein, M. Buber, I. Levinas …y, naturalmente, su muy admirado E. Mounier). Catedrático de Instituto y Profesor titular, hoy emérito, de la Universidad Complutenses, ha recorrido infatigablemente el mundo hispano, difundiendo sus ideas en centros de enseñanza, asociaciones de todo tipo, congresos, reuniones militantes, escuelas de verano, retiros espirituales, jornadas de estudio y cualquier lugar de encuentros donde se le demande. Pasan de tres mil las conferencias que ha impartido, siempre de forma gratuita, y muchos centenares los artículos que ha dado a luz en toda clase de medios, desde sencillos boletines obreros hasta revistas de alta especialización (fue director, entre otras, de Communio). Testigo lúcido, cuando no partícipe directo, de la vida cultural española durante este medio siglo último, pocas voces como las suyas más dignas de ser escuchadas.
La escuchamos con la intensidad, desparpajo, lucidez, gallardía, humos y fundamentos lógicos habituales en este profesor a través de estas Memorias, cuyas páginas constituye un excelente epítome de lo mejor de Carlos Díaz, que conoce como pocos la Academia y la calle, las editoriales (desde aquella inolvidable ZYX) y las librerías de antiguo, los sindicatos y los partidos políticos, los periódicos y las tertulias. Advirtamos que no se trata estrictamente de un diario o autobiografía, sino más bien de unas “confesiones”, en las que se incluyen, ciertamente, referencias a los principales acontecimientos por el autor vividos, pero siempre acompañadas de reflexiones y apuntes filosóficos más o menos relacionados con las anécdotas referidas.
Aquí luce en toda su magnitud el pensador que tanto admiro: volcánico, inhábil para el rencor, sentimental y melancólico, cristiano y radicalmente anticapitalista, cultísimo, polémico, profético, pedagogo, debelador de molinos, incapaz de tragarse sapos, heterodoxo y valiente, desinteresado hasta el máximo. ¿“Voz que clama en el desierto, según se percibe, cada vez más, declara, este enfermizo de la “parresía”? (Consúltese el término en internet). Ignoro si su nueva obra (tiene otras veinte inéditas) alcanzará las multiediciones de tantas suyas. Lo seguro es que a nadie defraudará leerla.