Para limpiar el horno en profundidad, nada mejor que recurrir al amoníaco. La noche anterior a fregar el electrodoméstico, calienta el horno durante 20 minutos, coloca un plato pequeño con amoníaco en la rejilla superior y un recipiente con agua hirviendo en la inferior. Deja actuar el amoníaco durante toda la noche y, a la mañana siguiente, ábrelo con precaución, porque sus vapores son tóxicos. Ventila el horno durante unos minutos, el tiempo suficiente para que no tengas que respirar esos vapores, y limpia el horno con agua y jabón. Verás cómo la grasa se desprende fácilmente. Si cuando termines de limpiar el horno, no te gusta el olor, prueba a introducir una monda de limón o naranja hasta que se queme en su interior. Este remedio resulta muy efectivo si se te quema la comida en el horno y quieres eliminar el olor que ha dejado.