Me dirás, Paco, que se necesita poco para teneros contentos, pero siempre que os animo a que echéis un paseito a la nevera y toméis lo primero que os apetezca, hay movida. Lo mínimo “Gambas a la sal con verduras a la llama y almendras” o “Jamón de pato al cacao con mango y vinagreta ahumada de naranja” o “Dorada con verduritas salteadas y espagueti de mar” o cualquier exquisitez que requiera estar varias horas en la cocina. La última vez te que sugerí unos huevos fritos, Paco, me amenazaste con irte a un hotel. Y a nuestro hijo qué ejemplo le estamos dando. De desayuno, “Gnocchi de espinacas con salsa de higos”, qué ya me dirás si no sería mejor lo de toda la vida, una magdalena, unas tostadas con margarina, un vasito de leche templada con Nesquit. Y mejor no hablar de Clara, la mayor, que me pide “Corazones de alcachofa con queso de cabra y salsa de piquillos” y en la oficina presume de que las ha hecho ella con sus manitas y una receta sacada de internet, o bien se empeña en que le haga “Tarta de nectarinas” aunque no sea época de cítricos. En cualquier caso, Paco, hoy me he propuesto no cocinar nada. Tengo que leer un interesantísimo artículo sobre las dudas colaterales sobre la equivalencia entre alimentos ecológicos europeos y estadounidenses, así que os he dejado preparado “Boquerones marinados con melón y sopa de pan fría” y de postre “Tulipa de lichis con nata y chocolate”. Acuérdate, Paco, de que el vino blanco se está enfriando y cuando lo abras deja que respire diez minutos para que se oxigenen los taninos, y no te olvides, Paco, de servirlo a una temperatura de entre 11 y 13 grados, que tampoco te estoy pidiendo nada del otro mundo, Paco.