Andaba muy derecho, ni siquiera los pantalones caídos, por donde se le veían unos calzoncillos azules, le daban el porte desaliñado que buscaba y la naturaleza le negó. Se sentó en un banco del parque después de saludar a sus colegas estrechando manos, puños y hasta codos, una serie de gestos ensayados, saludos pandillero, complicidades para afirmar y delimitar un grupo cerrado.
Dos chicas de la misma edad sentadas en un banco próximo fumaban y hablaban, una de ella, la de los pantalones ajustados como una segunda piel, le explicaba a su amiga entre muchos “vale”, “me entiendes” y “jo tía que fuerte”, que ellas eran chonys, que las pijas son tontas, que tienen la melena larga peinada a un lado, llevan pendientes redondo como perlas, ropa de Tommy Hilfiger con pañuelos o fularares al cuello y complementos de Tous.
Cuando llegó el gallito, llamemosle Jonatan, la choni que hablaba con pinta de llamarse Jesica, se levantó y fue hacía él. “Acho dame un papel” él tenía el pelo de punta, fumaba con el cigarro colocado en un extremo de la boca, me recordaba a John Travolta en fiebre del sábado noche, Jonatan levantó un poco el culillo del asiento del banco y sacó del bolsillo trasero un papelillo, que sin mirar, le dio a la adolescentes.
Jesica, tendría unos 14 años, miraba fijamente a los ojos de Jonatan entre retadora y coqueta, cogío del fortuna el último cigarro, estrujó el paquete vacío y lo tiró al suelo del parque sin ningún pudor, se sentó juanto a él para liarse un porro, a su alrededor, adolescentes, de edades similares, hacían virguerías circenses y arriesgadas con bicicletas de rueda de colores, haciendo de pavo reales delante de ellas, luciendo, en lugar de majestuosa cola de ave, calzoncillos de colorines.
Presumian haciendo caballitos, frenadas bruscas saltos y demás virguerías entre niños pequeños y ancianos que paseaban con dificultad y temor sus muchos años. mientras Jesica y Jonatan, ajenos a todo el circo, se abrazaban y besaban apasionadamente con con los ojos rojos y brillantes entre risas incontroladas que salían de sus aniñadas bocas de 14 años