El Galeón, el bar donde he desayunado estos últimos años, cerró como consecuencia de esta situación que esta dejando a tanta gente en el camino. Lo peor de su cierre, para mi, es que ya no veo a Tomás. A Tomás lo conocí a esa hora temprana en la que la dura la realidad comienza a anular los sueños. Intensos instantes que duran lo que tarda en enfriarse un café hirviendo. Tendría más de 70 años. Cuando llegaba al bar se sentaba junto a mi. Echaba en la taza un poco de gasolina,coñac; Yo, le cedía el periódico; Él, se ajustaba las gafas; comprobaba el cupón. A continuación, comentaba, en voz alta, la noticia que le causaba mas impacto. Tenía una habilidad especial para sacar entre las páginas del HOY lo más destacado del día.Después del café, se colocaba el sombrero y salía del bar para recorrer durante toda la mañana las calles pacenses, sin rumbo. Un día iba a San Francisco, otro a la Estación, a San Roque… El único objetivo que tenía era rebajar el número de asteriscos de su analítica. Se aficiono al senderismo urbano desde que el médico de cabecera le recomendó que anduviese una hora diaria. Le gustaba observar la ciudad. Hacía el trayecto de un tirón, sin volver a repostar gasolina hasta el día siguiente.
Ya no veo a Tomás. Cuando cierran un bar algo de uno se va, a veces se pierde el contacto para siempre con personas a las que has cogido cariño, notas en la piel su ausencia, la falta de esos momentos, de esas pequeñas cosas que son las que nos hacen sentir vivos. De Tomas conocía su rutina como su propia familia. Ahora,los clientes del Galeón, andamos desperdigados, como pollos sin cabeza,los bares no solo son de los dueños también son nuestros.
Busco en otros locales el calor que me daba la esquina del Galeón, esa entrañabilidad perdida,la confianza, la seguridad de lo conocido. En otras barras me siento extraño, como si no perteneciera a ellas. No acabo de encontrar mi sitio. No encuentro el rincón desde donde desperezarme del sueño de la noche y empezar a mirar el mundo y donde aprender de gente como Tomas. Tomás pertenece a ese grupo invisible de personas mayores que entre ironías y bromas dicen sentencias que no hay que dejar escapar para que la vida sea más tuya, más llevadera. Conociendo las cosas es como se manejan. pero igual que los amores,las cosas, no hay que forzarlas, llegan solas, que si no luego pasa lo que pasa. mientras llega mi bar me conformo con una diferente cada día. Maldita crisis.