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Diego Algaba Mansilla

MIGAS CANAS

VINO DE PITARRA

El sábado 16 de abril Juan Domingo Fernández, periodista del hoy, autor de la columna “Gratis total” y de las entrevistas más interesantes y entretenidas del periódico firmó el sábado 16 abril otra de sus amenas charlas, en esta ocasión,con la enóloga y Bióloga Julia María Expósito. El periódico presentaba la entrevista con una fotografía en portada y una frase de la enóloga que decía “Seamos claros ya no nos gusta el vino de pitarra”. Ese día, como todas las mañanas de sábado, fui a comprar el pan con el periódico debajo del brazo. Cuando entre en la tienda, no había ningun cliente, el tendero leyó,en voz alta, la portada del diario , comentando a continuación que él, ahora, es cuando más vino de pitarra vendía. Decía desconocer si el motivo era su bajo precio o porque a sus clientes le gustaba el vino al que estaban acostumbrado.

Años atrás, tuve un compañero, con el compartí además de horas laborales, horas de ocio,decía que el vino de pitarra es un vino iniciático. Que la naturaleza es sabia con la adaptación del vino al cuerpo, decía, que cuando somos jóvenes la cabeza y el cuerpo aguanta vinos de altas graduación y estos son son más asequibles para los tristes bolsillos de la juventud. A medida que vamos cumpliendo años nos volvemos más selectivos y comenzamos a elegir mejor los caldos,unido, en la mayoría de los casos, a un mayor poder adquisitivo, en épocas normales, no en la actualidad que la incorporación de los jóvenes al mundo laboral es casi nula,y su evolución económica inexistente.Todas estas reflexiones las hacía mientras compartíamos una botella de pesquera en la posada de los Angeles en Llerena, A mi, ahora que han pasado los años, me sigue gustando el vino clarete del año que hacen el pueblo badajocense de Feria y que sirven en alguna tasca de Badajoz en vaso chico y con aperitivo caliente.El tinto de Maguilla, que se toma mucho en toda la campiña y que he probado en algunos bares de Azuaga y en el casino y la peña flamenca de Llerena,donde lo sirven frío y del tiempo o el que hacía José, en su bodega de Ahillones pisando la uva con unas botas Kastiuskas verdes. José tiene en su bodega,junto a los conos de vino, una mesa camilla grande y redonda que calienta en inviero con un brasero de picón y donde se bebe vino y se habla despacio en las tardes-noches de invierno. Detrás de una minúscula barra, donde se maneja con soltura tanto él, como los clientes que se sirven su propia consumición, tenía colgada de la pared una pizarra grande de escuela, en un extremo, llama la atención del forastero, numerosas fotografía de tamaño carnet, algunas con una cantidad escrita a tiza al lado y es que,José,pedía a todos los que entraban por primera vez en la bodega una foto.La cantidad,como todos imaginaran,era lo que debían algunos de los clientes. El vino se tomaba por botellas, todas las botellas tenían un labrado en relieve para una vez terminada y pasando un objeto servía de instrumento de percusión con el que se podía hacer música y cantar canciones como el candil, aunque lo que allí sonaba era mucho flamenco. El vino tenía un color rojizo como un rubi líquido que desprendía destello con la luz. pero el verdadero secreto del vino era tomarlo en la mesa camilla teniendo a José sentado al lado contando sus batatillas,su amores y desamores, sus viajes, cuando José estaba a gusto con el cliente es cuando el vino adquiría su máxima grandeza convertiendo el momento en arte. El vino de José era el vehículo sereno que hacía hablar al tímido,reflexionar al sabio. y a todos exponer públicamente la sabiduría y experiencia popular, los temores y las alegrías a hombres de campo y a hombres de letras en una tertulia improvisada que servirá a unos para sacar mas provecho de sus tierras y a otros para seguir aprendiendo.El vino de pitarra de José era un vino bonito de alegría de risas de reflexión y de reivindicación. Vino de cante de pena y desahogo.Un día compré unas botellas para tomarla en otro escenario pero bebido en otro contexto, fuera de la mesa camilla y sin tener como director de orquesta a José, el vino no tenía el mismo dulce sabor recio que tenía acompañado de la conversación, sin prisas, en aquel templo del saber beber que envolvía más los sentidos que los efectos etílicos del vistoso líquido tomado en otros lugares.

El vino esta adquiriendo un valor importante dentro de la gastronomía de la cultura y de la economía, hay botellas que convierten su contenido en oro, pero para mi, no tiene precio compartir un vaso chico, con unas “machas”, en una tasca de pueblo y escuchar a hombres de campo que han aprendido a vivir escuchado lo que les dice la tierra y respetar a los demás con el mismo respeto que le tienen a la naturaleza. Colorados, fuertes y sabios, apurando un vaso de pitarra, unos hombre que tienen el inmenso privilegio de ser los únicos que no conocen, o no hablan, de una tal Belen Esteban. Hombres y mujeres que nunca se emborrachan y saben disfrutar,acompañados de amigos y forastero el vino del año.

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