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César Hernández

Pensamientos de Luz

Mis familias

– ¿Qué tal la familia?

Y siendo una pregunta tan común, me planteo muchas posibilidades que quizá no lo sean tanto… Y así inicio mi soliloquio sobre las familias.

¿Podríamos hablar de “la familia” o deberíamos hablar de “familias”?

Lo más probable es que la respuesta sea distinta dependiendo de la persona y del momento de su vida. Dependerá de la educación recibida y del sentimiento de pertenencia. Sin duda, a pesar de lo inocente de la pregunta, puede dar pie a una infinidad de respuestas. Sin duda, una palabra tan simple es capaz de abarcar un sin fin de alternativas.

Mi respuesta más inmediata ante esta pregunta, incluirá a mi mujer e hijas, con quienes comparto hogar, a quienes regalo mi vida y en quienes me apoyo a diario. Mi mujer fue una elección, es nuestra elección permanente, que hace que el vínculo sea tan fuerte o más que el propio linaje, heredado y no por ello merecido; mis hijas, un regalo vitalicio, hierro en la forja cogiendo forma a base de los golpes que les da la vida.

Sin embargo, para un amigo de la infancia, la respuesta podría ir dirigida en sentido ascendente, en cuyo caso mi familia incluiría a mis padres y hermanos. En esta ocasión, yo sería ese hierro forjado, cual Tizona pulida por las caricias de mis padres, con la dureza necesaria de una familia numerosa, afilada por la vida y mellada por las batallas que me tocó librar.

Para otros, la sangre es la sangre, y por muy diluida que esté, irá asociada al apellido, incluyendo a primos, tíos, abuelos, tío-abuelos, primos segundos y mil y una palabras compuestas para identificar grados y niveles en la estirpe de la familia.

Y si dejamos de lado la sangre, nos situamos ante otros tipos de familias, que según encontramos entre sus definiciones, serían todas aquellas personas con las que compartes alguna condición, opinión o tendencia. Es una pena que los estudiosos del lenguaje hayan puesto el listón tan bajo, que la entrada sea tan barata para algo tan sagrado como la familia, y es que ya se sabe, que la familia es la familia, que la familia es lo primero y que como la familia, nada.

Para mí, compartir una opinión, condición o una simple tendencia, podrá incluirte en un grupo, un sistema, en un equipo, asociación o comunidad. Y es que a esa definición le falta sentimiento, le falta emoción. Le falta esas ganas de encuentro, de quererse lo mejor, de buscarse en los momentos buenos, de encontrarse cuando la mochila pesa demasiado. Una familia no se limita a las personas, sino que abarca sus lazos invisibles e inquebrantables.

Al igual que hay personas que parecen extrañas en su propia familia, que nada tienen que ver con sus padres o hermanos, como si la cigüeña se hubiera equivocado de dirección (sì, è per te e ti amo, sorella), también existen esas otras personas con las que se supone que no tienes ningún parentesco (al menos oficial), pero con quienes un día juntos basta para darse cuenta que a ese día le seguirán muchos otros y que todo te sabe a poco. Son esos hermanos que otras cigüeñas despistadas separaron de ti, pero que la vida te devuelve en ese momento. A veces los llamamos amigos, otras veces buenos amigos e incluso “mejores amigos”, pero cuando explosiona en una orgía de amistad y cariño, compartiendo entre todos distintas opiniones, condiciones y tendencias, se convierten en otra más de tus familias.

Este es el caso de mi otra familia, con un hogar donde acudir al encuentro, construido a Hierro y fuego. Proviene de un pueblo muy bonito que tiende puentes entre continentes. Familia numerosa de apellido “Talentos“, tantos como partos lleva a sus espaldas. Que ante un nuevo alumbramiento, a los nuevos hermanos se les quiere desde antes de nacer, como de menos se les echa a quienes se independizaron al crecer. Y si los hermanos son un orgullo, ¡qué contaros de sus padres! Grandes lecciones, fuertes convicciones y mucha, mucha Esperanza en que el camino se irá mostrando ante nuestros ojos si sabemos mantener el foco.

Cuna de buenas familias

Cuna de buenas familias

Doy gracias a todas mis familias por aportarme lo que cada una tiene. A mis familias de sangre, ascendente, descendente o multinivel, por identificarme, saber de dónde vengo, por su amor incondicional y su apoyo desinteresado. Y a mis otras familias, porque no necesitamos tener la misma sangre para poder identificarnos, saber hacia dónde queremos ir, regalándonos amor incondicional y apoyo desinteresado.

Y si en el seno de tus familias es donde te desarrollas como persona, es en las “otras familias” donde demuestras tu madurez y desarrollas tu propia identidad, necesarias para una correcta inteligencia social que nos haga avanzar como sociedad, conocedores de que, indiscutiblemente, debemos ser individuos interdependientes.

 

 

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Sobre el autor

Ingeniero por vocación, coach por devoción, con el coaching y el Reiki he encontrado el equilibrio perfecto entre lo empírico y tangible con lo imperceptible y espiritual. Mi fascinación por la capacidad de la mente, generadora de realidades, y sus efectos sobre el mundo material, es la excusa perfecta para desgranar cualquier frase, sentimiento o pensamiento.Este blog nace con la simple intención de compartir mis soliloquios y divagaciones, sin más, así es que, si te gusta lo que ves, entra y coge lo que quieras.


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