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José María Fdez Chavero

Psicología y Vida

La vida se va

Son las doce de la noche. El trayecto se recorre en unos treinta minutos y han pasado dos horas. Le he mandado varios whatssapp y no los ha leído. Intento controlar la mente para no entrar en la espiral del nerviosismo. Recuerdo sus palabras cuando me llamó: “El turno bien, ya salgo” y mi respuesta de siempre, “cuidado y no corras”.

Siento el silencio, interrumpido por el tic tac del reloj y por mi respiración. Deseo permanecer sentado, pero las piernas las noto nerviosas y me levanto sin rumbo definido. Cada paso lo  acompaño de expresiones de tranquilidad, se habrá entretenido, o tendrá silenciado el móvil. Siento el miedo que me va invadiendo. Miro por enésima vez a través de la ventana y veo pasar unos amigos charlando animadamente. Compruebo si ha leído los mensajes y nada de nada. En este instante oigo el ascensor. Le pido a Dios que sea ella. Los segundos pasan con lentitud desesperante. El latido de mi corazón se dispara, solo estoy pendiente del oído. El ascensor se ha detenido y escucho la llave en la cerradura.

Al abrir la puerta la miro y veo en sus ojos el brillo del dolor vivido. Me abraza y le abrazo y nos transmitimos sensaciones similares; yo, de preocupación y ella de miedo y pena. No quiero agobiarla con preguntas y dejo que me cuente, con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada. Al salir del pueblo le adelantaron unos jóvenes. Los mismos que unos kilómetros después yacían fuera de la carretera por una curva mal tomada. Ya se habían detenido varios coches, y ella también lo hizo. Eran tres, dos estaban dentro del coche y eran conscientes de lo sucedido. El tercero se encontraba fuera, unos metros separados e inmóvil, sangraba por nariz y boca. Pararon más coches y llegó la guardia civil que puso serenidad y orden. Los chicos del interior tenían rasguños en rostros y brazos y el tercero permanecía inmóvil. La ambulancia se detuvo y comenzaron los primeros auxilios. Subieron al que estaba inconsciente y marchó a toda prisa, con luces y sirenas intentando añadir rapidez a una vida detenida para siempre.

En este momento suspiró, dejó de hablar y fue a la habitación para ver a los hijos durmiendo. Cuánto dolor sentirán los padres del joven fallecido esta noche y el resto de sus vidas. En segundos la vida se fue y el dolor de la desesperación se instaló en esa familia. Proyectos inacabados, sentimientos rotos, amores partidos por un estúpido y caprichoso accidente. Somos muy poco conscientes de nuestra fragilidad porque si lo fuéramos no perderíamos tiempo en envidias, en chismes, en anhelar bienes innecesarios. Si supiéramos que la existencia se puede truncar en segundos entonces nos daríamos más besos, seríamos más agradecidos y sonrientes, viviríamos con menos prisas, con más cuidados y atenciones. Diríamos más veces te quiero y seríamos más felices.

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Sobre el autor

La solidaridad, la tolerancia y la justicia son valores imprescindibles para lograr una sociedad mejor para todos. Somos ciudadanos del mundo con el derecho a vivir y a ser respetado. Este blog quiere ser lugar de encuentro entre la Psicología y la Vida de todos los que lo deseen. Es posible hacer un mundo más justo.


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