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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Carnavales: de pornochachas a colegialas

Ya queda poco para que empiecen los carnavales, prácticamente un mes. Ahora es cuando nos entran prisas y agobios por no tener el disfraz pensado, tanto para intentar hacerlo como para comprarlo. En los grupos de WhatsApp y Line, ya se mascan las primeras discusiones: a una no le gusta el muñeco, la otra no sabe coser, aquella prefiere comprarlo en una tienda….

Yo este año me voy a vestir de un dibujo animado muy gracioso, que les diría sin ningún problema, pero al volver a Arroyo me cortarían la lengua. Una de las principales normas de los carnavales, al menos en mi pueblo, es no revelar el disfraz que vas a utilizar y, al contrario que con el amigo invisible, se cumple a rajatabla.

Este es el primer año que voy a hacerme un disfraz. Bueno, en realidad el trabajo duro, coser, sacar los patrones, comprar la tela… le tocará a mi madre. ¿Si no sé ni hacer un huevo frito, cómo voy a ser capaz de enhebrar una aguja? Siempre he comprado los disfraces, pero ya estoy un poco cansada, y a mis amigas les pasa lo mismo, de verlos muy bonitos empaquetados y después, horribles puestos. Hace tres o cuatro años nos compramos todas un traje de corsarias. En la imagen que venía en la bolsa, parecía precioso, con la falda larga en su precisa medida, con su corsé ajustado…. Era negro con tiras blancas. Esa noche, entre lo que abultaba el cancán y lo corto que nos quedaba, si nos quitamos los gorros y cogemos un plumero, parecemos pornochachas.

Pero no ha sido el único disfraz con el que nos han dado gato por liebre: el de Sherlock Holmes parecía de colegialas, como el traje de las niñas de San Ildefonso cuando cantan los números de la lotería de navidad, pero más en plan fantasía erótica. El de fresa tenía la falda del tamaño de un cinturón, alguno se quedó con ganas de embadurnarnos en nata. Y con el del año pasado, el de torera, parecía que estabas pidiendo guerra, que viniera un toro por detrás y te embistiera.

Parece que las chicas estamos destinadas a pasar frío en carnavales y a ser un reclamo sexual con nuestros disfraces.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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