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Carolina Díaz Rodríguez

Solita en Cáceres

Mi carta a Monago desde Roma

En unos días vuelvo a casa por Navidad, como el turrón, aunque cargada de panetones, que son más típicos de aquí. Sin embargo, desde que me vine en septiembre a Roma, todas las noticias que leo de Extremadura, sobre todo en cuanto a política, dejan mucho que desear, por no decir que dan vergüenza, a pesar de que aquí a los extremeños se nos asocia con los andaluces y para situar a la gente en el mapa tengo que explicar que estamos al oeste, entre Madrid y Lisboa, aunque sin Ave.

Cuando llegué aquí, comencé a leer La Repubblica, pero desde que salió a la luz el tema de Monago y sus viajes a Canarias, no he vuelto a coger prensa italiana, están mucho más interesantes los medios españoles. ¿Qué interés tiene la Camorra napolitana comparada con las versiones en forma de monólogo del presidente extremeño intentando explicar lo inexplicable y haciéndonos ver lo tontos que somos y, a la vez, partícipes de sus juegos con eso de que si le atacan a él, nos atacan a todos los extremeños?

El presidente Monago me hace mucha gracia, sobre todo por ese carácter suyo de morir matando. Es como esos caballos que salen a galope con los ojos vendados, sin ver qué pueden llevarse por delante, dejándose guiar por ese mueve hilos de Iván Redondo, a modo de jinete, que en este caso, creo que se está metiendo en un callejón sin salida o en un pozo sin fondo.

Hace unos meses, hice en la universidad un trabajo comparando las salidas de tono de Ibarra con las salidas de tono de Monago, para llegar a la conclusión de que este último era una copia barata, que intentaba acercarse al primero, pero forzando mucho la máquina, como se puede recordar con aquello de: “Antes de hacer recortes sociales me corto un dedo”.

Pero una persona cabezona, testaruda, y eso lo dice una que en ese sentido es igual, no se plantea en ningún momento presentarse a una moción de confianza ante el parlamento extremeño, y menos si se le pide. A una persona con este carácter hay que decirle: “Es que no tienes huevos”, que es la forma de que reaccione (reaccionemos).

Sin embargo, tras su cuarta, quinta, o la versión que sea, porque ni los medios saben ya cuántas van de sus viajes a Canarias, ha quedado claro que a lo que iba era a hacer eso que yo llamo “política afectiva” (ya que llamarlo por su nombre verdadero es atacar a su familia), que debería pagárselo en todo caso su partido y no el dinero público. Y como le ha fallado, para desviar la atención, lo de la venta de la casa del Presidente, que solo puede tener uso público y no privado, ahora nos sale con que Woody Allen viene a dar un concierto en Navidades. Y pretenderá que le aplaudamos. Si todavía fuera a rodar un Midnight in París, o un A Roma con amor, en plan versión extremeña, créanme que sí que le ovacionaría.

A todo esto, señor Monago, finalizo diciendo que yo tampoco tengo parabólica y que, no por eso, cuando termine mi beca Erasmus, pagada con fondos públicos, no tendré que presentar unos cuantos, demasiados, papeles acreditando el aprovechamiento de ese dinero. De hecho, si no supero el 30% de los créditos, debo devolver el importe total de la beca. ¿Usted cuántos papeles dice que ha presentado? Oye, por si se diera el caso.

Carolina Díaz tiene 19 años, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.

Sobre el autor

Carolina Díaz, vive en Arroyo de la Luz y estudia Filología. Cada amanecer coge el autobús a Cáceres. Por la mañana va a la universidad, por la tarde graba vídeos y por la noche vuelve a casa en bus. Solita en Cáceres es la cara oculta de sus grabaciones para las secciones Cáceres Insólita y Mira Quién Habla.


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