Marsella me la enseñó la chica que me hospedaba, una monísima francesita que parecía italiana del sur por como movía las manos. Tomamos unas cervezas con unos amigos suyos que no paraban de pegarse, hacer guarrerías y meterse mano. Estaban locos perdidos y yo terminé asustado y muerto de la risa. Cuando se marcharon fuimos a ver la ciudad, me recordó un poco a Lisboa por su aire decadente. El cual me encanta.
La salida de Marsella fue un poco dura, después de empaparme una gran tromba de agua, me atropelló una moto que pretendía mojarme con un derrape en un parque. Encima cuando le ayude a levantarse me hice daño en el hombro. Quería seguir haciendo autostop, pero en un bajón usé Blablacar.
Me llevo a Niza, allí me hospedaron dos chicas que vivían en un estudio muy chiquitito. Lo que me llamó la atención de ellas fue su confianza. Sin apenas conocerme, me dieron las llaves de su casa y se fueron a la uni.
Paseé por la ciudad y me sorprendieron las esculturas de Jaume Plensa. En Niza se puede dar una vuelta por un malecón bien lindo.
A la salida de Niza se puso a diluviar y me tuve que refugiar en un Mg. Donals. No pude salir de el hasta las once de la noche.
Entonces ya era tarde para seguir haciendo autostop y puse la tienda en un callejón al lado de un camión de snaks. A eso de las doce me hizo salir de la tienda el sonido de una pala y las voces del dueño del camión de snaks que venía abrirlo. Pala en mano me dijo que harían una fiesta pronto.
No me di cuenta que estaba en un barrio muy conflictivo y que se avecinaba una buena. Llegaron los chicos y todos empezaron hacerme preguntas y intentar hablar conmigo. Al rato me dijeron que me podía quedar, que no pasaría nada, pero yo pensé que lo mejor era plegar, tomarme algo con ellos y montar en otra parte.
El dueño del camión era un gran barman, no le faltaba de nada para su fiesta me apunté un par de recetas. Hacía los cockteles como los marineros.
Así hice, me ofrecieron algunos de sus garajes y me prometieron que nadie me haría nada, ya que ellos conocían a todo el barrio. No me cayeron mal. Uno de ellos terminó escribiendo la receta de la paella de la gurumelada por pesado.
A la mañana siguiente me llevaron asta Mónaco, me pasaron un par de historias que no voy a contar y puse rumbo a Milán.