La política está hecha de gestos. Y no es algo que se hayan inventado las consultoras mediáticas, los publicistas o los asesores de imagen. Está en la historia y en los libros, incluidos los de Shakespeare. Recuerden aquel discurso cuando, recién asesinado Julio César, toma la palabra Marco Antonio y con la excusa de que ha ido «a inhumar a César, no a ensalzarle», va indisponiendo al pueblo contra los asesinos del emperador. Gestos, palabras. Como son gestos y palabras la decisión del Príncipe de Mesina en ‘El gatopardo’ de favorecer la boda de su sobrino con una rica burguesa que aportará a la familia, tan sobrada de títulos, justo lo que le falta: solvencia económica. Gestos, palabras, dinero.
Hay gestos heroicos, de prudencia, arriesgados, gestos para la galería, gestos grandilocuentes, gestos inútiles… Demagógicos… En este último apartado incluyen muchos analistas de la prensa y de las redes sociales la decisión del actor Toni Cantó, diputado electo de UPyD por Valencia, de renunciar a que el Congreso le pague la línea gratuita de ADSL en su domicilio, el plan privado de pensiones y la parte de sueldo que le correspondería para gastos de manutención y alojamiento en Madrid.En un país como el nuestro, donde mucha gente no sabría explicar en qué consiste el teorema de Pitágoras pero pueden disertar sobre el teorema del chocolate del loro, gestos como los de Toni Cantó son rápidamente arrojados al sumidero del desprecio, como si fuera líquido sobrante de calamares en su tinta.
De esa manera, se despacha el asunto en un santiamén y una vez etiquetado como ‘demagógico’, lo que haga o lo que diga Toni Cantó ya no importa, simple ‘demagogia’ de un actor… Algo similar ha ocurrido con Cayo Lara, coordinador general de IU, y su renuncia al plan privado de pensiones con que obsequiamos a los diputados al Congreso. Son muchos, lo reconozco, a quienes esto les parece ‘el chocolate del loro’ y lo despachan con el sello de ‘demagogia’. Es aludir a los casos y enseguida saltan voces: «¡Demagogia, demagogia!». A mí, sin embargo, no me lo parece. Y me acuerdo del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de Julio César, recordando lo «honrados» que eran Bruto, Casio y los que acababan de apuñalarle. Gestos, sí, y palabras.
¿Qué quieren que les diga? Prefiero esos gestos (salpicados con todas las etiquetas que les quieran colgar) antes que gestos como el que ha protagonizado por ejemplo el exdiputado socialista Félix Dillana, impávido en su recurso, ¿qué hay de lo mío?, para exigir a la Asamblea unas cantidades a las que cree tener derecho. Entre el gesto generoso de Toni Cantó y el gesto interesado de Félix Dillana, me quedo con el primero. Entre otras cosas porque detrás de los gestos y las palabras hay dinero público.
Mas no conviene amargarse. Hace la friolera de 14 años el entonces diputado socialista Desiderio Guerra escribió un libro, ‘Pido la palabra. Retratos parlamentarios’, donde dedica una cuarteta a cada uno de los 65 diputados. Esta es la de Félix Dillana:
«Puede ocurrirle a Dillana /
en Plasencia de esta guisa: /
hoy es don Félix con Visa /
sin visa infeliz mañana».
Los versos, además de risueños, me parecen premonitorios.