“Carlos, me levanto muchas mañana y me digo que hoy no voy a dar ni un grito, que voy a estar bien porque además me siento bien, pero a los cinco minutos, tras decirle con buenas palabras al niño que se levante, tras decirle con la mejor de mis sonrisas que a desayunar, tras decirle lo bonitos y buenos que son, hasta que no me pongo como un ogro, los puñeteros niños no hacen caso.”
Lo que mi amiga Paqui me cuenta, me recuerda a un cartel que he leído en varios sitios y que dice “hoy hace un día estupendo verás como viene alguien y lo estropea”.
Hay que ver la manía que tenemos de renunciar a nuestra autonomía emocional poniendo nuestro bienestar en manos de los demás, que, por cierto, es la mejor manera de terminar en el club de los desgraciados/as.com.
Educar emocionalmente a nuestros hijos es enseñarles a que tengan autonomía emocional, es enseñarles que la decisión sobre cómo nos queremos sentir recae en nosotros y no en lo que hagan los demás. Tener autonomía emocional significa que elegimos sentir emociones independientemente de lo que digan los demás y no obligarnos a ser maleducados para responder a los maleducados, groseros con los groseros, irónicos con los irónicos., etc
¿Cómo enseñar autonomía emocional?
1.- Fomenta y favorece el desarrollo de la autoestima en tus hijos. En la medida que una persona está más segura de sí misma necesita menos de la aprobación de los demás. Destaca las competencias de tus hijos en vez de hacer énfasis en sus limitaciones, porque con son nuestras competencias, la medicina para nuestras limitaciones. No ignores las limitaciones de tus hijos pero resalta sus potencialidades. Y que te escuche, una y otra vez.
2.- Los padres orgullosos de sus hijos son padres que trasmiten confianza y motivación. Para tener autonomía emocional hace falta que nuestros hijos confíen en ellos y así, serán capaces de tener un buen criterio para decidir qué emociones quieren sentir, cuándo y cómo.
3.- El optimismo es una competencia fundamental para tener autonomía emocional. Un optimista no es un cándido, un optimista es alguien que sabe que vive en un mundo mejorable y se esfuerza, en la parte que le corresponde, por mejorarlo. Un optimista sufre contrariedades igual que un pesimista pero se niega a ser un testigo pasivo de lo que ocurre a su alrededor. Y además tiene una razón para su optimismo: sus hijos. Para educar hace falta optimismo y sobra pesimismo. El optimista que educa no espera pasivamente que vengan los tiempos “buenos”, el optimista que educa confía en el valor de la educación, lo ejerce y lo trasmite. Actúa más y critica menos. Un optimista no está sonriendo a todas horas, llora y sufre como el que más pero con la diferencia de poner el énfasis en sus posibilidades de acción en vez de lo que tienen que hacer los otros.
4.- Y por último, la autonomía emocional requiere enseñar a los hijos a afrontar las adversidades. Los seres humanos nacemos con la mayor adversidad que tiene un ser vivo: morirse. Enseñar a los hijos que sufrir, el malestar, el dolor, la frustración, etc. son parte de la vida real de los seres humanos y además son una parte natural. Es una enseñanza difícil porque el sufrimiento de nuestros hijos nos afecta pero te recuerdo que educamos a nuestros hijos para las duras y las maduras, por eso hay que enseñar a los hijos a que vivir es también hacer frente a la adversidad. A esto se le llama ser resilientes.
Autoestima, Motivación, Optimismo y Resiliencia, me permiten crear un acrónimo: AMOR, la mejor competencia para educar a los hijos. Esto es lo que tiene educar, que sólo se puede practicar con los que amas. ¿No crees que merece la pena el esfuerzo?