Justo cuando comenzaba el invierno 2018, aparecía este nuevo libro de Juana Vázquez, autora polifacética, a tono con sus propias inclinaciones y multidisciplinares estudios. Nacida en Salvaleón (1951), donde tuvo una infancia feliz, es doctora en Filología Hispánica y licenciada en Ciencias de la Información por la Complutense. Ha ejercido la docencia como catedrática de instituto y profesora de la Universidad Autónoma y la de Alcalá, combinándola con colaboraciones en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y numerosos medios (Diario 16, ABC, El Mundo, Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Cuadernos del Sur, El País), donde ha ejercido la crítica literaria. Extraordinarias fueron las entrevistas que para Oeste Gallardo (publicación periódica mantenida por la UBEx y el HOY) hizo a los mejores escritores españoles, textos cuyo conjunto constituye una auténtica Historia de nuestra literatura contemporánea.
La producción de Vázquez Marín se divide en tres grandes áreas: el ensayo histórico, con títulos como El Madrid de Carlos III, El costumbrismo español del siglo XVIII, Zugazagoitia precursor de la novela social o El Madrid cotidiano del siglo XVIII; los poemarios Signos de sombra, El confín del nombre, Nos+otros, Yo oscura, Gramática de luna, El incendio de las horas, Escombros de los días, Tiempo de caramelos, más las novelas Con olor a naftalina y Tú serás Virginia Woolf.
Al género narrativo pertenece Personajes de invierno, novela enmarcada en el Madrid actual, donde sus protagonistas viven unos meses angustiosos, marcados por las tristes experiencias que los hacen sufrir y los condicionan profundamente. Son dos los personajes sobre quienes se sustenta el relato: Thays, el joven holandés llegado desde Amsterdan con un oscuro pasado y enormes traumas, cuyas claves no se desvelarán hasta las páginas últimas y que trabaja en una internacional haciendo proyectos de consultoría, y Virginia, atractiva treinteañera, melancólica, profesora universitaria y periodistas, de origen extremeño, recién divorciada de un marido aborreciblemente (como lo fue su propio padre), a menudo deprimida.
El discurso se estructura merced a las voces de uno y otra, que en primera persona van asumiéndola sin solución de continuidad, alternándose con la de la narradora omnisciente, más los abundantes diálogos.
Casi todo discurre en un bar de la periferia madrileña, epicentro del barrio, cálido y acogedor, aunque algo cutre, que llega a adquirir importancia fundamental en el relato. El Murgo funciona como lugar de encuentro, ocasionales o permanentes, tertulia y casi hogar para todo tipo de parroquianos que por allí discurren, entre ellos las figuras centrales de la novela. Los camareros derrochan simpatía y, claro está, sirven productos preferentemente de Extremadura. Entre las paredes, acaso poco cuidadas, de Murgo se repetirán, con generosas libaciones, los encuentros entre Thays y Virginia (ambos juegan al ajedrez), sin que la tela de araña amorosa, tejida fundamental por la segunda, llegue a fructificar por culpa de muy íntimas contradicciones.
Llamativa es también la alternancia, según los pasajes pertinentes, de prosa casi poética, muy cuidada, con el habla coloquial, los lugares comunes, el refranero e incluso las jergas juveniles o barriobajeras (las expresiones más vulgares suelen parecer en cursivas). Ese caleidoscopio lingüístico se corresponde bien y da verosimilitud a la compleja fauna visitante de Murgo.
Resulta desconcertante el singular uso de las comas, más aún si pueden soportar alcance semántico. (No es lo mismo escribir “dame la mano (,) preciosa”, según el signo de puntuación esté o no ausente después del sintagma imperativo y antes del vocativo. En fin, se supone que el lector también contribuirá, atrapado sin duda por esta apasionante historia de dos personalidades tan distintas, la del holandés y la extremeña. “Atrévete a degustarla” (sapere aude), sería nuestro consejo kantiano, a tono con el nombre de la editorial asturiana.
Juana Vázquez Marín,Personajes de invierno. Oviedo, Sapere Aude, 2018.