Las zonas calcáreas de Portugal y España son propicias a la formación de cuevas y grutas, donde admirar el bellísimo capricho de las estalactitas, estalagmitas y columnas que en su interior se forman. Y aunque en algunas de España están presentes representaciones de arte paleolítico en sus paredes, en Portugal es conocida una: la Gruta do Escural, en el concelho de Montemor-O-Novo, no lejos de la carretera que lleva de esa población a la de Évora.solamente calcáreo
Descubierta en 1963, la cavidad se encuentra en terrenos calcáreos cristalinos metamórficos, que se intercalan con fajas de gneis (roca también metamórfica, pero similar en composición y dureza al granito), y presenta diversas cavidades, algunas de las cuales son visitables.
Han sido descubiertas más de cien figura naturalistas (bovinos, ciervos, caballos…), pintadas en negro y rojo fundamentalmente, así como más de sesenta representaciones de carácter abstracto, aunque el visitante puede observar de manera clara una decena aproximada entre pinturas y grabados, a lo que se unen restos de huesos humanos incrustados en la roca caliza.
En el Centro de Interpretación de Santiago do Escoural (población a 2’5 kilómetros de la Gruta) podemos obtener una información muy intuitiva del monumento, su ocupación sucesiva, instrumentos líticos encontrados y representaciones pictográficas y grabados. Así, podemos saber que su primera ocupación se remonta al Paleolítico Medio: grupos de cazadores-recolectores neanderthalensis la utilizan como abrigo temporal, hace alrededor de 50.000 años. En el Paleolítico Superior (35.000 a 8000 a.C.), se reaprovecha por cromañones como santuario, dejando ya vestigios decorativos figurativos. En el Neolítico (5.000 a 3.000 a.C.) se transformaría en cementerio, y de este periodo serán los motivos esquemáticos y estilizados de arte rupestre. A continuación, la Gruta queda cerrada, sin que se sepa la causa, pasando comunidades calcolíticas (2.000 a.C.) a ocupar el espacio superior de la misma.
El paseo guiado por el interior, muy didáctico, nos permite comprobar estos aspectos y disfrutar de la belleza natural del amplio espacio, que sigue conformándose, con la filtración de agua que disuelve la caliza.
A pocos kilómetros de allí, en un territorio donde abundan los dólmenes (antas) y menhires, merece acercarse, camino de Évora, al gran Menhir y al Cromlech dos Almendres.
A poco más de un kilómetro de este último, por el mismo camino, se encuentra el Menhir, de 3’5 metros de altura, que ostenta en su tercio superior una decoración compuesta de un báculo y una faja de líneas onduladas. Al mismo se accede a pie por una vereda vallada a ambos lados, de medio kilómetro aproximadamente..
Pero enseguida tenemos la “estrella” de estos vestigios neolíticos, levantados entre el sexto y el tercer milenio antes de Cristo: el Cromlech dos Almendres.
Alrededor del sexto milenio (Neolítico Antiguo), fue levantado un conjunto de monolitos de mediano tamaño, agrupados en tres círculos concéntricos.
En el Neolítico Medio (quinto milenio), se levanta un nuevo recinto de dos elipsis concéntricas, tangentes al anterior triple círculo, con monolitos de mayor tamaño que los anteriores, llegando algunos a 2’5 metros.
En el Neolítico Final (tercer milenio) se remodelaron los recintos, posiblemente por funciones religiosas, grabándose algunas de las paredes de diversas piezas, con círculos, bastones, cazueletas, incisiones esquemáticas…, aplanándose algunos, transformándolos en estelas.
Parece ser que en el periodo calcolítico dejó de utilizarse, abandonándose este recinto, amplio espacio de 70 por 40 metros, con 95 monolitos graníticos conservados, donde da gusto “perderse” y contemplar desde allí el agreste espacio exterior, denso alcornocal con potente sotobosque heredado “de la noche de los tiempos”.