A lo largo de estos años he hablado con muchos padres y madres sobre este tema. Siempre les digo que es normal que los padres se descontrolen cuando tienen que enfrentarse a esta situación, porque los seres humanos somos muy convencionales, nos tranquiliza la semejanza, semejanza de ideas, de creencias, de comportamientos (que es a lo que llamamos normalidad) y nos genera incertidumbre y sobre todo mucho miedo lo diferente.
Nuestros hijos tienen, desde la séptima/octava semana de gestación, un sexo biológico; posteriormente, a lo largo de la infancia, van adquiriendo una identidad sexual (el sentido psicológico de ser hombre o mujer) y desarrollan un rol social del sexo, con la observancia de las normas culturales de lo que se considera una conducta femenina y masculina. Y por último, se presenta la orientación sexual, una atracción emocional, romántica, sexual o afectiva duradera hacia otros que puede ser heterosexual, homosexual o bisexual.
Queremos tanto a nuestros hijos que nos paraliza la idea de que nuestros hijos e hijas puedan transitar un camino que creemos que les va a hacer sufrir. El camino de la incomprensión, de la no aceptación de las diferencias, sobre todo aquellas que están en relación con la orientación sexual.
¿Qué hacemos entonces?
En primer lugar los juguetes y los juegos no tienen la culpa de nada, no son el origen ni la causa de la violencia, ni de la orientación sexual, ni de la inteligencia. Los juguetes son medios, simplemente medios. Son nuestras actitudes, las actitudes que los padres mostramos mientras nuestros hijos juegan los que dotan al comportamiento de los hijos de la etiqueta de violencia, de sexismo o de educativo.
Me gustaría dejar claro que, tanto los niños y niñas que juegan respectivamente con juguetes (mal llamados) de niñas o de niños, como aquellos que adoptan ademanes y gestos característicos del rol diferente a su sexo biológico, no tienen por qué terminar definiéndose sexualmente como personas del sexo opuesto. Hay muchos niños que juegan con muñecas, o niñas que juegan con coches y balones, que se desarrollan y crecen sintiéndose niños y niñas respectivamente.
Igualmente decirles que hay niños y niñas que desde pequeños van mostrando inequivocamente que su orientación sexual se dirige hacia personas de su mismo sexo.
Y si las señales son claras y diafanas, lo que hay que hacer es: Amar y respetar; así de sencillo, así de difícil. Lo mismo que se hace para educar a cualquier hijo.
No ridiculices, fruto de tu inseguridad y tu miedo, a tus hijos llamándoles “nenazas” o “machoperícos”. Con ello sólo lograrás que se avergüencen gratuitamente de sí mismos. Y menospreciarse, avergonzarse de lo que eres no es la mejor manera de construir una personalidad segura y confiada. Si como padre te avergüenzas de la orientación sexual de tu hijo tienes una importante tarea por delante, la de dejar de pensar en los dimes y diretes de la “sociedad” y centrarte en cómo ofrecer a tu hijo tu amor y respeto, para que tu hijo aprenda a amarse y respetarse.
La orientación sexual no es una elección. Esto es así, no porque lo diga yo, sino porque hay suficiente evidencia científica que lo respalda. La mayoría de los científicos en la actualidad acuerdan que la orientación sexual es más probablemente el resultado de una interacción compleja de factores biológicos, cognitivos y del entorno. En la mayoría de las personas, la orientación sexual se moldea a una edad temprana. Además, hay pruebas importantes recientes que sugieren que la biología, incluidos los factores hormonales genéticos o innatos, desempeñan un papel importante en la sexualidad de una persona.(Asociación Americana Psicología)
La orientación sexual no puede interpretarse como una elección acertada o equivocada. Es una orientación personal e intransferible. Es verdad, por desgracia, que nuestra sociedad es mezquina si tu orientación no es la convencional. El sufrimiento a lo largo de nuestra vida es inevitable; pero hay algunos sufrimientos que se pueden hacer más llevaderos, sobre todo aquellos en los que hay aceptación, apoyo, comprensión y respeto por parte de los que están a nuestro alrededor. Si un padre o madre no acepta la orientación sexual de su hijo o hija, ¿qué podemos esperar de los demás?
Los hijos son un bien preciado que no nos pertenecen, y conozco casos en los que padres y madres los rechazan y los pierden por puros convencionalismos sociales; esto no dice mucho sobre nuestra capacidad de amar y respetar.
No quieras tu propia felicidad para tus hijos; ayúdales con amor y respeto a que ellos elijan, sean dueños, protagonicen su viaje a la felicidad.
Salud, queridos padres y madres, que lo demás es mentira.
Badajoz a 18 de Mayo