La figura de Arturo Barea (1897-1957) no ha hecho sino aumentar durante los últimos lustros entre lectores, críticos e historiadores de la literatura. La fama creciente del autor extremeño se fundamenta en su formidable trilogía, La forja de un rebelde. Este desahogo expresivo de un hombre, autodidacta, con intensísima carga emocional, que busca entender sus propias contradicciones y las del mundo que le tocó vivir (la guerra de África,
Exiliado a Inglaterra, el año 1951 aparecía su novela The Broken Rot, cuya versión castellana se publicó poco después (1955) en Buenos Aires . Según escribí al redactar para mi Literatura en Extremadura el capítulo que dediqué a Barea (Badajoz, Universitas Editorial, volumen II, pág. 249), la crítica se manifestó muy dura con la obra, desde luego no comparable a ningún tomo de
Mejor recibida está siendo esta reedición, a la que pone amplio prólogo Nigel Towson, uno de los especialistas en la obra de Barea. Es de agradecer que los responsables se hayan esforzado por corregir los anglicismos y fluctuaciones gramaticales tan numerosos en la primera, aunque dicen haber respetado la imagen que del habla madrileña ofrece el novelista. Puestos a la labor, podrían haber sido más cuidadosos, porque aún se perciben multitud de anglicismos y de expresiones suramericanas (ver pp. 74, 86, 105, 127, 128, 139, 226, 240, 249, 284, 317), por no decir frases como “ no la echo en cara que se halla liado con monjas” (pág. 247), con laísmo y bochornosa falta de ortografía.
Antolín Moreno, el personaje central de la obra, es un trasunto de Barea. Antiguo ugetista, transterrado a Londres, donde vive junto a otra mujer, culta y generosa, enamorado de Inglaterra, decide regresar a Madrid (Barea nunca lo hizo) para encontrarse con las raíces rotas : si no se sentía a gusto en el exilio , tampoco puede estarlo ya en su país de origen,. Aquí dejó una familia que ahora lo acoge por puro interés y cuyos miembros todos son un auténtico desastre humano. Nada podrá hacer por redimir del espiritismo, la beatería, la escolástica soviética o la depravación moral absoluta en que viven, respectivamente, la antigua esposa y los tres hijos. Por lo demás, pese a su pasaporte inglés, tampoco se verá libre de sospechas ante la policía franquista. La tragedia final ha de impulsarlo nuevamente hacia el exilio, con la leve esperanza de la joven nuera, la única capaz de rehuir tanta miseria ambiente.
“ Los personajes de este libro son invención mía. Los detalles de la escena española y los episodios fuera del argumento del libro son auténticos y podrían comprobarse. Al contar una historia sobre españoles viviendo en Madrid en 1949, he tratado de dar forma a problemas humanos que son universales y que de ninguna manera se limitan a un determinado país”, declara Barea en el proemio de esta obra, cuyas mejores páginas se nutren de los recuerdos que aún guardaba su memoria de aquel Madrid barojiano, miserable y chulo, pero también solidario e ingenuo, aún no desaparecido del todo.
Arturo Barea, La raíz rota. Madrid, Salto de Página, 2009