Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) ha escrito una extraordinaria novela histórica, con la que obtuvo el XXIV Premio Torrente Ballester, inspirándose en la biografía de Giuseppe Tartini (1692-1770), uno de los músicos más importante del Barroco, si bien no muy conocido. Con sabia mezcla de verdades históricas, leyendas y fantasías, el autor va reconstruyendo la vida y obras del célebre violinista, que también hizo excursiones por la astronomía, la filosofía platónica y las ciencias ocultas, amén de haber sido un temible espadachín durante su turbulenta juventud. (Recuérdese que en algunos de sus textos, aunque aquí no se recoja, ya aparece más de una vez el término “romántico”).
La novela funciona a dos bandas: por una parte, el texto de las memorias que Tartini se habría propuesto escribir, con el pie ya en el estribo, sirviéndose de la mano zurda, paralizada la otra por la gangrena que muy pronto lo llevará a la tumba. La otra es como una voz en off, que sirve de contrapunto, como la de un narrador omnisciente (el demonio acaso) dispuesta a matizar, enriquecer e incluso desmentir la narración autobiográfica. Adviértase que el personaje no se reduce a poner por escrito las múltiples peripecias de su azarosa vida, sino a buscar una explicación de cuanto le ocurre y entender los secretos todos de la música.
La que él compone e interpreta, se originaba en sus percepciones sensoriales más simples, cuya dinámica persigue captar y comunicar a través de las partituras y del violín. Tartini está permanentemente abierto al discurso sensible de los árboles, ríos, trigales, olas marítimas, vientos, tempestades y cualquier fenómeno natural.
De todo el proceso creativo se irá dando cuenta minuciosa a través de un relato donde, junto a las vicisitudes experimentadas durante una larga existencia, se recogen numerosas reflexiones sobre los acontecimientos coetáneos, filosofemas más o menos originales y citas de sus escritores preferidos (Petrarca y Tasso).
Pérez Zúñiga, que ha hecho un enorme trabajo de documentación previo, recompone de modo magistral los ambientes, usos y costumbres, personajes de la época, modas, atuendos , ambientes, fiestas (¡el carnaval!) de las ciudades en las que el músico nació, fue formándose, tuvo actuaciones o se afincó definitivamente: Pirano, Capodistria, Ancona, Asís, Venecia, Praga y, sobre todo, Padua, donde será durante casi medio siglo primer violinista de la Capella Antoniana (reconstruida tras un feroz incendio que él habría involuntariamente provocado).
Negándose a seguir la carrera eclesiástica que sus padres le habían dispuesto, a Tartini lo inicia en el arte de la espada un soldado andaluz, Juan Mendoza, quien recuerda al capitán Alatriste de Pérez Reverte, como el mercenario que le da muerte (y la recibirá de un Tartini vengador), Nicolò Tamaro, evoca a Gualterio Malatesta. Pronto, no obstante, el músico trocará el acero por el arco, obstinándose en ser el mejor violinista, sobre todo tras escuchar una interpretación del gran Veracini, primero rival y a la postre amigo.
Cada día más empecinado en alcanzar la excelencia, arde, se consume por ser el mejor; dispuesto a prescindir de cuantas cosas podrían distraerlo, cayendo y levantándose, llegará a ser tenido como el número uno y hasta su escuela paduana vendrán a formarse discípulos de todos los lugares. Por lo demás, supo unir sabiamente teoría y práctica musicales. La Sonata del Diablo será su pieza más conocida. (Se la puede oír en YouTube)
El autor, a veces con digresiones excesivas, que alargan la novela hasta casi un medio millar de páginas, nos irá presentando también a toda una legión de lutiers, instrumentistas, mecenas, damas, prostitutas, inquisidores, astrónomos, autoridades civiles y religiosas – históricos muchos, inventados los memos – con los que Tartini tuvo relaciones, no siempre amistosas. Ninguno como Antonio Vandini, el gran violonchelista boloñés, figura antitética al primero, cuya misma casa (e incluso esposa) compartiría los lustros últimos.
Pérez Zúñiga no es ajeno a la creación poética (cabe recordar sus libros Cuadernos del hábito oscuro o Calles para un pez luna, con el que obtuvo el Premio de Arte Joven de la Comunidad de Madrid). Tal vez eso ayude a explicar las calidades de su excelente prosa, tan rica en términos, como repleta de metáforas y otros recursos estilísticos acertados (v.c., el uso del polisíndeton para describir un loco baile carnavalesco). En resumen, una novela histórica que bien cumple con los requerimientos del rigor científico y la fantasía literaria.2013.
Ernesto Pérez Zúñiga, La fuga del maestre Tartini. Madrid, Alianza, 2013.