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Manuel Pecellín

Libre con Libros

UT PICTURA POESIS

Con esta obra obtuvo su autor el XXI Premio Nacional de Poesía “Acordes”, que viene convocando el Ayuntamiento de Espiel. Editado por esta institución, según recoge las bases del concurso, ha sido impreso en los talleres de Josman, de Azuaga. Diego Fernández (Campanario, 1957) ejerce el magisterio en su pueblo natal, vocación que combina con otras dos dedicaciones apasionantes para él: la pintura y la creación literaria. De lo mucho que tiene escrito, hasta ahora había publicado los libros Pasaje para los sueños rotos (2006), Pintando versos serenos (2011) y  Breviario poético de oraciones rotas (2012). Relatos, ilustraciones y poemas suyos han aparecido en numerosas revistas. Colaboró también con el estudio “La segunda enseñanza en Campanario” en la obra colectiva (5 volúmenes) que el Fondo Cultural Valeria logró dar a luz (2003) tras impresionantes esfuerzos. Cabe incluir El oro viejo de las sombras en la clásica tradición consagrada por Horacio con el célebre dicho “ut pictura poesis”, tópico que recuerda el que mucho antes formulase Simónides de Ceo: «la poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda». A la estrecha relación entre ambas artes acude Piropo (así es conocido el autor en Campanario) para componer estos versos, con los que ha querido honrar a los creadores para él más queridos: Turner, Millet, Rodin, Van Gogh, Renoir, Gauguin y muy especialmente el genio del impresionismo, Claude Monet. A obras más o menos conocidas de estas figuras están dedicados cada uno de los poemas, donde el escritor evoca las emociones que le producen la visión de El Ángelus, Impresión sol naciente, Catedral de Rouen, Jardin de Giverny, Glicinas, Ninfeas, Bañista rubia, Olympia, Boulevard Montmartre, Cuarto en Arlés, El Cristo Amarillo y otros cuadros ineludibles para la conformación de la estética contemporánea. Si algo común percibe en todos ellos el escritor son los imperativos de la luz, término que se descubre prácticamente en todos los poemas, confortado con otros del mismo campo semántico, sin olvidar los antónimos (“resplandor”, “iluminación”, “transparencia”, “claridad” y también “sombras”, “tinieblas” “eclipse”, etc.). Seguramente porque, según cantara Baudelaire (“Ils marchen devant moi/ces yeux pleins de lumières”), las pupilas de Fernández se encuentran iluminadas por ese sol enfebrecido de La Serena, capaz de transformar incluso las realidades más humildes en joyas deslumbrantes. Bastan para ello el ojo sensible y la palabra justa que lo sepa decir. Así lo hace Piropo en versos encendidos, donde los juegos gráficos sirven de excelente apoyatura a un lenguaje desnudo, atinado, siempre sonoro y bello. Como el de los grandes óleos que tanto admira.

 

Fernández González, Diego, El oro viejo de las sombras. Espiel, Ayuntamiento, 2014

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