NOVELA FREUDIANA
Hace dos años, saludábamos la publicación de La piel del camaleón (Arcopress, 2012), la primera novela de su autora. Nacida en Cáceres (1970), Regidor es licenciada en Derecho y máster en Psicosociología aplicada. Formadora ocupacional, trabaja como asesora jurídica y docente en proyectos de inserción sociolaboral. Datos que importan para mejor entender su escritura. Los protagonistas de aquella entrega inicial son estudiantes universitarios, si bien la mayoría parecen preocuparse mucho más por conseguir las dosis diarias de droga y alcohol que por las asignaturas del curso. También lo son las de esta segunda entrega, mucho mejor estructurada y de mayor complejidad discursiva. Mantiene otras notas comunes, sobre todo el apego a las jergas juveniles y sus desgarradas expresiones, a caballo entre lo escatológico, las deformaciones léxicas, el sexo provocador, las sustancias alucinógenas y los anglicismos de moda (aquí más atenuados). En ambas se rompe la cronología lógica de la narración y también siguen la abundante cosecha de leísmos, más algunas incorrecciones fácilmente eludibles (como “es por eso que”, “a grosso modo”, “a través suyo”, etc.).
Pero Ego y yo es obra excelente, cuyos valores le merecieron el XXX Premio Jaén de Novela. El título nos sitúa en la órbita freudiana. Según se sabe, el creador del psicoanálisis propone un triple nivel para el aparato psíquico, que él dividía en das Es, das Ich y das Über-Ich , vertidos generalmente al castellano como el ello, el yo y el superyó (o superego). Tales mecanismos de la personalidad, para los que no cabe separación física, funcionan sobre todo de manera inconsciente. Corresponden al primero las pulsiones instintivas; al tercero, las normas, reglas y prohibiciones culturales; el segundo trata de mediar entre aquellos, conciliándolos según diferentes mecanismos con el fin de satisfacer los deseos dentro de los marcos permisibles.
Tampoco es fácil distinguir a los dos personajes, innominados, de la novela. Aunque presenten caracteres antitéticos, son como las dos caras de un sujeto. La indistinción, favorecida por el anonimato, conduce junto a múltiples quid pro quo hasta el equívoco final: no sabremos quién habrá muerto a manos del otro, tan unidos se conducen desde instancias tan distintas. Ambos son igualmente jóvenes, viven en el mismo barrio y se embarcan en aventuras comunes. Si bien se comportan de modo diametralmente opuesto, se buscan una y otra vez, incapaces de estar uno sin el otro, necesitándose, apoyándose, defendiéndose … y destruyéndose.
Estrechamente unido a la madre (complejo de Electra) el más débil, inseguro y sufridor (incluso fue sodomizado en el colegio), de muy escasa autoestima, será quien asuma el papel de narrador, con permanentes feedbacks. El más fuerte, bello y amoral, enfrentado a un padre suicida (complejo de Edipo), encarna bien el mundo de las pulsiones instintivas, comportándose como un auténtico torbellino, de imprevisibles consecuencias. Sólo cabe un trágico desenlace para los dos íntimos amigos, tan plenamente identificados.
El núcleo de la obra consiste en el desarrollo de las complejas relaciones que ambos sujetos experimentan, adobadas con numerosos considerandos sobre cuestiones básicas de la Psicobiología. Pero sobresalen también por su calidad literaria los momentos en que la atención se dirige al entorno paisajístico, urbano o, mejor aún rural, con brillantes descripciones. ¿Cómo no destacar, ya casi al fin, el símil establecido entre la naturaleza de la encina y la del propio hombre, los dos marcados por la soledad absoluta en medio de la nada? Y podría decirse lo mismo al describir espléndidamente los secretos de un bosque, el encanto de la lluvia o el inquietante discurrir del río. En definitiva, una novela que confirma a su autora como espléndida realidad.
Yolanda Regidor, Ego y yo. Córdoba, Almuzara, 2014.