Esta palabra significa el cambio de color en unas mejillas que pasan de tener aspecto pálido a tenerlo rojizo.
El calor del fuego enrojece la piel, y especialmente la cara de quien se coloca cerca de las llamas o de brasas incandescentes, mostrando, por ello, un semblante más saludable, más bello, más dorado, ‘flamante’.
Metafóricamente, cuando no hay fuego real, se puede sustituir por palabras provocativas que insinúan deseos reprimidos, o por expresiones laudatorias de la belleza. Lo que produce un movimiento sanguíneo en la persona que se siente de repente objeto de tales atenciones. Dicho flujo sanguíneo invade sus mejillas, las ‘flamea’, las sonroja, las ruboriza.
El motivo psicológico que genera tal afluencia de sangre se denomina vergüenza. Y como la vergüenza puede tener diversas causas, pueden salir los colores por todo aquello por lo que se pueda sentir vergüenza.
La palabra ‘piropo’ proviene de la imagen rojiza del rubí, o, metafóricamente, de la mejilla enrojecida por el requiebro que recibe la muchacha a la que va dirigido. Pero, si se trata de un galanteo a una señora con experiencia, puede que no se produzca este fenómeno. Tal es el caso de aquella señora, poco agraciada, que oyó: ¡¡guapa!!, desde un andamio, a lo que ella respondió: ¡¡arquitecto!!
Etimológicamente, el término piropo se compone de los vocablos griegos ‘pyrós’ (de fuego) y ‘óps’ (vista). O sea, que el piropo no es lo que se dice, sino su resultado, es decir, el ‘rubor que salta a vista’ en la mejilla de la piropeada. Por eso, se podría decir con propiedad: “¡Tienes piropos en la cara!”.
Por Juan verde Asorey