“La felicidad consiste en tomar con alegría lo que la vida nos da y en soltar con la misma alegría lo que la vida nos quita”.
San Agustín.
Aferrarse a las cosas que te quita la vida significa no aceptar las reglas de juego, implica voluntades acartonadas y estatismo del pensamiento. Si la vida no te hubiera quitado los dientes de leche, no tendrías esa dentadura más fuerte y definitiva que tienes ahora, con la que puedes comerte el mundo.
¿Por qué renunciar a lo nuevo por querer conservar lo viejo? Por temor, desconocimiento, pereza, acomodamiento. En cambio, lo viejo debe dejar paso a lo nuevo, la muerte trae vida tras de sí, como fruta que al caer del árbol permite que otros árboles crezcan, como lluvia que limpia el aire contaminado dejando esa sensación de bienestar en cada bocanada de aire que respiras.
Si algo decide irse de tu vida, déjalo ir, con alegría, con la certeza que algo nuevo está por llegar, pero que mientras sigas atado a tus cadenas, no podrás alcanzarlo. Déjalo ir, sin nostalgia por lo que dejas atrás, creyendo que lo pasado fue mejor que lo que está por llegar.
Todo lo que la vida te da son préstamos que te hace para tu travesía. Acéptalos con ilusión, úsalos, disfrútalos, pero no malgastes tu tiempo pensando en que tarde o temprano dejarás de tenerlos, pues te impedirá tener una consciencia plena de lo que tienes.
Igualmente, acepta las piedras, maleza o socavones que te encuentres en el camino. Ya sabes que al igual que vienen caprichosamente, se irán, dejándote un simple recuerdo de lo que fue.
Acepta la vida como algo pasajero, como agua del río, que al pasar forma el cauce. No llores por el agua que se va hasta el mar, mas ilusiónate por todo ese hielo que ves en la cima, sabiendo que de un modo u otro, está por llegar.