El ejercicio es sencillo. Situado ante el espejo del año que ahora acaba, averigüe si le inquieta más hacer el balance de lo hecho o si le causa mayor desasosiego pensar en lo que tiene proyectado para el año que viene. ¿El resultado? Acuda a un economista del alma y que le hable de los signos positivos y negativos en las operaciones del espíritu. (Ah!, olvídese de los manuales de autoayuda y de ‘copiar’ en este examen). Suerte y salud.