Aunque parezca extraño, hay cuestiones que son recurrentes en literatura -y en periodismo- desde hace más de un siglo. ¿Por ejemplo? La del compromiso del artista (en literatura, pintura, cine…) La semana pasada era la escritora mexicana Elena Poniatowska quien lo recordaba por última vez en un suplemento literario: “Creo que un escritor comprometido es un mal escritor. Le hace daño al compromiso y a la literatura. Lo que tiene que hacer un escritor es escribir bien lo que escribe”, respondió.
Cuando los años duros del ‘caso Padilla’ en Cuba, a raíz de su libro ‘Fuera de juego’, alguien tuvo que recordar ese mandamiento olvidado: “Lo más revolucionario que puede hacer un poeta es un buen poema”.
Obvio ¿no? Pues parece que hay que volver a recordarlo, en tiempos en los que se reclama más que compromiso acaso ‘militancia’.
¿Mi opinión? Permítame, señora, que acuda al nutricio Borges, siempre tan por libre o al aire de su pensamiento: “¿Compromiso? No. No tengo mensaje. No soy un evangelista”. Y si hay que ampliar, ahí va esa otra perla del argentino: “Yo tenía entendido que sólo había buena y mala literatura. Eso de literatura comprometida me suena lo mismo que equitación protestante”.
¿Y ahora qué?