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Yesca oral

Antes de que Internet se convirtiera en la pantalla donde todos los insultos tienen su asiento, a mí me llamaba la atención el ingenio de algunas expresiones populares en la materia. Por ejemplo, las abundantes formas de descalificar a una persona llamándole tonto. De niño oí muchas veces decir: «Ese tío está más tonto que un habar en flor» (y aclaro que habar no es errata, sino «terreno sembrado de habas»). La frase me evocaba un habar con las matas dislocadas, a su aire, movidas por el viento. Aunque la expresión más extendida era: «Está más tonto que Abundio, que vendió el coche para comprar la gasolina», incluso con variedades: «…que vendió el coche para comprar las ruedas». La extrañeza de esa conducta se reforzaba con lo infrecuente del nombre, Abundio. Había pocos abundios. Menos directa y revestida del valor de la experiencia era otra frase de mucho uso popular: «Cuando el tonto coge la linde, la linde se acaba pero el tonto sigue», que además lleva rima.

El registro español de palabras insultantes, injuriosas o descalificadoras está bien nutrido: cenutrio, zote, acémila, tarugo, gilipollas, gaznápiro, imbécil, ceporro, botarate, mastuerzo, tontolahaba, acémila… Con Internet no solo se han multiplicado las expresiones insultantes (basta ver algunos comentarios en ediciones digitales y blogs), bajo el amparo envalentonador del anonimato, sino que hay páginas exclusivas para competir y concursar mostrando habilidades insultadoras. Si es por el bien de la lengua, loada sea la red.

Pero en fin, puestos a elegir y en la tesitura de expresar preferencias, me hubiera gustado ser el primero que utilizó el siguiente hallazgo: «Ese tío tiene menos luces que una carretilla de mano». Es un insulto breve, con la intensidad de un verso de Quevedo. Puro ingenio.

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Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


febrero 2008
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