El penúltimo cante de la voraz e insistente Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), esa maquinaria recaudadora que el común de los mortales suele identificar con el ex músico del grupo ‘Los Canarios’, Teddy Bautista, ha venido a encender aún más el malestar tangencial de la tropa contra la ministra de Cultura, Ángeles González Sinde y contra quienes ven en el famoso ‘canon’ la expresión de una injusticia recaudatoria. No seré yo quien se dedique a pontificar acerca del derecho de los autores a cobrar por la propiedad intelectual de sus obras. A cada uno lo suyo. Lo que siento es que como periodista no me vea beneficiado también por una mamandurria similar. Debemos de ser tontos.
Pero todo tiene un límite. Recuérdese eso que dicen los políticos sobre la ley y el reglamento. Es decir, sobre el espíritu de la letra y su aplicación. ¿En qué cabeza cabe que la SGAE puede obviar o ignorar directamente el carácter solidario de un concierto benéfico organizado para recaudar fondos destinados a investigar una rara enfermedad neurológica que amenaza, a contrarreloj, la vida de Alexander, un niño de 5 años de edad? ¿Es que no caben matizaciones, excepciones, en la mente del alguacil recaudador? ¿O sólo caben cuando la escandalera ha subido tanto de tono que la controversia se ha convertido en un arma arrojadiza contra la imagen y las razones de esa entidad?
¿Qué hubiera ocurrido si la polémica de ese concierto benéfico en Almería, donde el cantante David Bisbal actuó gratis, de forma desinteresada, no hubiera saltado a las páginas de los periódicos y a las tertulias de la radio? Pues es fácil de suponer: los 5.629 euros recaudados seguirían del lado de Teddy Bautista y de la SGAE.
La SGAE ha rectificado (¿a tiempo?) y cedido, como si se tratara de una donación, esa cantidad. Se justifica argumentando que la ley es la ley. Insisto en que no cuestiono el pago por los derechos de autor. Lo que cuestiono es que tal cobro se acometa de forma indiscriminada, insensible o, lo que es peor, con la sensibilidad de una ameba. Si se supone que toda creación de autor genera unos derechos, los de esta columna estoy por donárselos a esa máquina ávida y glotona.
Que les aproveche.