Desde hace años, cuando yo quiero desanudar las laberínticas discusiones a las que estamos abocados los madridistas que tenemos que vérnoslas con los conspicuos aficionados del Barça, del Atleti o de cualquier otro equipo señero, recurro a una fórmula que nunca falla. «El Real Madrid», les digo, «encarna la soberanía nacional». Algunos entienden la ironía de esa proclama y me contestan de modo displicente: «¡Estás tú listo!», «¡Vaya chorrada» o cosas por el estilo.

Pero lo cierto es que la estratagema funciona y a partir de ese quiebro la discusión deriva por cauces más terrenales. Nunca falla.

Ayer, jueves, a las 11.30 horas, Florentino Pérez, ‘El Deseado’, anunció a bombo y platillo su decisión de presentarse a las elecciones para presidente del Real Madrid. No era ninguna sorpresa. Casi todo el mundo lo sabía. De hecho, alguna cadena de televisión (La Sexta) transmitió en directo su comparecencia ante los medios desde el Hotel Ritz de Madrid, de la que también dieron buena cuenta al instante todas las emisoras de radio y las ediciones digitales de los principales periódicos.

Es sabido que las cosas importantes de este mundo son invisibles: el amor, la amistad, la solidaridad, la justicia… Del mismo modo, el regreso de Florentino Pérez significa, más allá del puñado de nombres que se barajan como futuros fichajes, la vuelta de una leyenda, el regreso de una «mitología» ligada a un Real Madrid donde brillaron genios como Zidane, Ronaldo, Beckham, Figo… «un jugador que nació para jugar en el Real Madrid»; ligada al equipo ganador de la Champions, de la Supercopa de Europa, de la Intercontinental, de varias ligas… La vuelta de una esperanza capaz de conciliar entre sus hinchas todas las ideologías, razas y hasta religiones. Un club abierto al mundo.

Tras el espectáculo algo bandarra (el futbolístico fue otra cosa) de la final de la Copa del Rey, mis amigos del Barça estaban exultantes por el juego del equipo que entrena Guardiola. Pero ayer, cuando comprobaron que el regreso de Florentino ya es una realidad, eso de que el Madrid encarna la soberanía nacional no les pareció ni siquiera irónico. Por algo será.