Mucho antes de que se le ocurriera a Calderón de la Barca la conocida plegaria senequista: «Cuentan de un sabio que un día, tan pobre y misero estaba, que sólo se sustentaba de las hierbas que cogía», el hombre ha intentado combatir la adversidad (¿quién dijo crisis?) refugiándose en el burladero de las comparaciones, donde seguramente tropiece con «ese sabio que iba recogiendo las hierbas que él arrojó».
Durante mis vacaciones yo he recurrido también al método ‘calderoniano’. Y he leído uno de esos libros que siempre tropiezan en la pereza o en las agujas del reloj: ‘Si esto es un hombre’, de Primo Levi, el escritor italiano de familia judía que logró sobrevivir al infierno de Auschwitz. Basta adentrarse en sus páginas para reconciliarnos con la vida. Capaz de descubrir una flor entre el hielo, Primo Levi nos traslada a esa frontera de la condición humana donde sobrevivir un día más, soportar las horas de pie entre la nieve o calmar el hambre feroz con un poco de sopa les permitía sentirse «bondadosos», «pensar en nuestras madres y en nuestras mujeres, lo que no sucede con frecuencia», y «durante unas horas», añade, «podemos ser infelices a la manera de los hombres libres».
Después de transitar por ese memorial de penalidades, por esa despiadada autopsia de la condición humana que es la obra de Primo Levi, confieso que la crisis actual me parece un simple episodio de los Simpsons, un purgatorio superable, la historia repetida como farsa. Paradójicamente, un manantial de consuelo, una vacuna, en fin, contra la adversidad.